Gira iniciática y suburbana
Mike Amigorena hace de un imitador de Sandro que sale a la ruta con su hijo adolescente y su mánager.
Las comparaciones son odiosas, pero es imposible ver Mario on tour sin recordar El último Elvis, de Armando Bo (nieto). Porque aquí el personaje del título también es un cantante fracasado, que apenas sobrevive rindiéndole tributo a una leyenda -Sandro, en este caso- en fiestas pobretonas: casamientos, despedidas de soltera, clubes de barrio. Mario (Mike Amigorena) tiene, además, una exmujer que no le perdona su forma de vida y un hijo al que conoce poco y al que se irá acercando a lo largo de la película. Hasta ahí, las coincidencias. Las diferencias: el cantante de barrio no está obsesionado con su homenajeado; esta es una road movie; a Mario on tour le faltan cinco pa’l peso.
En su segunda película, Pablo Stigliani (de prometedor debut con Bolishopping, de 2013) se propone narrar una historia sencilla, sobre el acercamiento entre Mario y el adolescente Lucas (Román Almaraz). Que es el verdadero protagonista: el vínculo padre-hijo es casi una excusa para desarrollar un cuento de iniciación. Hay un tercero en el medio: el Oso (Iair Said), el mánager de Mario, que viaja junto ellos en la minigira por localidades de la provincia de Buenos Aires. Una presencia fundamental para sostener los pasajes humorísticos, los más logrados de la historia.
Por momentos, sobre todo en la primera mitad de la película, funciona bien este triángulo masculino hecho de desencuentros y complicidad. Pero a medida que la travesía avanza, la trama se deshilacha. Porque más allá del conflicto inicial -el distanciamiento entre Mario y Lucas- los otros obstáculos dramáticos que aparecen se notan forzados. Y, en lugar de servir de apoyo, las actuaciones no siempre están a la altura.
Amigorena se luce sobre el escenario, mostrando su experiencia como cantante, primero de los grupos Ambulancia y Mox, y luego como solista (además de un par de temas de Sandro, canta uno de su disco Amántico). Cuesta, en cambio, verlo como un antihéroe perdedor: es difícil despojarlo de la imagen de galán glamoroso que supo construir.