Una historia mínima que despierta mucho de ternura, melancolía, búsquedas que no pueden completarse por el miedo o la vergüenza a no ser querido.
Mario está separado de su mujer hace un tiempo, ambos tuvieron un hijo que ya es adolescente y con el que él hace tiempo perdió contacto. La película nos introduce al universo de Mario, que para ganarse la vida realiza degustaciones de productos, vende cómics y películas en Parque Rivadavia con su amigo casi hermano, El Oso y lo más importante… la música, que lo lleva a ganarse la vida en despedidas de solteros, casamientos, shows varios como solista tributo de Sandro.
El reencuentro con Lucas, su hijo, se producirá luego de la muerte de la mamá de Mario y en un fin de semana largo en el que El Oso planea llevar al artista a varias performances en el camino a Santa Teresita.
Mario está un poco cansado de vivir del tributo, de que su vida sea una imitación y no un conjunto de actos auténticos. Además, quiere lucirse frente al jovencito que pone distancia y desafía al papá desconocido.
Allí es donde esta road movie levanta vuelo y comienza a relatarnos con una buena dosis de música, paisajes carreteros y la interacción entre los tres protagonistas interpretados con mucha química por el excéntrico Mike Amigorena, que acá vuelve a ser un muchacho de barrio que por momentos brilla en el escenario como Mario; Iair Said, Damian,- El Oso, que es un gigante con códigos propios, manager que cuida su producto y no admite transgresiones en su plan comercial, ni siquiera a pedido de Román Almaraz, el hijo que no se separa de su celular hasta que lo humano derrita su indiferencia y su burbuja de niño mimado se rompa frente a la vida misma.
Pablo Stigliani, productor de Guido Models, el documental que cuenta la historia de la primera agencia de modelos real ubicada en un barrio humilde que no tendría nada que envidiar a las consagradas y director de Bolishopping, un drama que apunta a la trata de personas, la inmigración ilegal y el trabajo esclavo, se mete en esta ocasión con una historia amable que al mismo tiempo no hace la vista gorda a las relaciones entre padres e hijos, la crianza en hogares divididos y las familias ensambladas.
Muy acertado el casting que también cuenta con una pequeña aparición del cantante de Miranda, Ale Sergi, los consagrados, Rafael Spregelburd y Leonora Balcarce. E insisto con el talento de Román, que va transformándose, siendo niño y a la vez creciendo en un fin de semana, entre travesuras, picardías y algún que otro dolor.
Mike Amigorena, aquel Martín Pells que presentaba las noticias en la tira de Sebastián Ortega, aquí conjuga en su persona lo actoral y sus dotes de cantante. Es una historia querible, con personajes encantadores y para ver en familia.
Vale decir que el debut de esta peli, como otras del director, fue en Festivales, porque se trata de filmes independientes que necesitan no sólo del apoyo del público una vez que estrenan sino que la cuesta arriba empieza con la filmación, la producción, sigue con la postproducción y finalmente, saber cuándo verá la luz en los circuitos comerciales, si es que llega a salas.
Un poco como el caso de ese Mario de la peli que está escondido en el tributo para jugar a lo seguro y que de golpe se da cuenta de que él está para más, para arriesgarse y recuperar lo que más ama y extraña: su hijo.