Presencias deseantes reales
Mariposa, nuevo y cuarto film del realizador argentino Marco Berger, es una delicia visual de principio a fin, que tal como indica su nombre, se centra en el concepto del efecto mariposa, extraído de la teoría del caos. En otras palabras, esta película juega y se construye a partir de la idea de "¿Qué hubiera pasado si....?"
Berger nos presenta inicialmente a un mujer en un bosque que, aleteo de mariposa mediante, abandona a una beba junto a un árbol. Luego volvemos a ver ese aleteo, y la mujer nuevamente se hace presente, pero esta vez no abandona a su hija, sino que decide conservarla, y ambas regresan al hogar. A partir de estas dos historias, se desarrollará el universo narrativo de Mariposa, ya que la niña en cuestión -Romina- será en la primera versión adoptada por una familia y en la segunda, será atropellada por esa misma familia, durante su adolescencia.
Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier De Pietro) se gustan, se atraen y se desean, esto ocurre en ambos universos. En el primero son hermanos –si bien no hay vínculo sanguíneo, fueron criados como hermanos- por lo que se trata de un deseo inaceptable. En el segundo, son amigos buscando algo más, pero por timidez y celos, terminan acudiendo a otras parejas (Julián Infantino y Malena Villa) a pesar de lo que sienten.
Tal como sucedía en Plan B (2009), Ausente (2011) y Hawaii (2013), films anteriores del director, aquí resurge la cuestión de la tentación, de la atracción y deseo por lo prohibido, de aquello que no se puede decir, que está allí, que se percibe y se siente cada vez más real, pero que a la vez, hay que reprimir. Sin embargo, en Mariposa hay varias diferencias en relación con dichas obras. Por un lado tenemos por primera vez una pareja protagónica heterosexual –si bien habrá una historia homosexual secundaria -, pero además se trata de una trama que escapa a la linealidad, ya que los tiempos y situaciones de ambas realidades van cruzándose una y otra vez, de forma tal, que el espectador jamás se confunde.
Más allá de esto, el director mantiene detalles de estilo personal que lo caracterizan, tales como el encuadre, la profundidad de campo y por supuesto, el –ya memorable- primer plano a hombres en boxers. Con un fantástico –en el más amplio sentido de la palabra- montaje, que apela constantemente a la cohesión y claridad narrativa, Mariposa es esencialmente una historia de amor sí, pero también es una historia sobre el deseo, sobre lo incontrolable y sobre las ambigüedades sexuales típicas de la adolescencia o temprana adultez.
Con esta nueva película, Marco Berger se afirma –una vez más- como uno de los grandes narradores actuales del cine argentino, uno de los pocos que filma de forma bella, estilizada e intimista los cuerpos humanos, y que entiende al erotismo más allá de la desnudez, ya que es capaz de reflejarlo en miradas, roces y juegos que generan cada vez más tensión y deseo sexual.