Letales radiaciones electromagnéticas
Unos meses atrás, La jugada del peón bajó a la realidad argentina el mismo tema que documentales como El mundo según Monsanto (2008) trataron en el exterior: el de la contaminación por agroquímicos, verdadero genocidio lento que enferma, envenena y mata gente, aquí y en todas partes. Ahora, Mariposas negras pone sobre la mesa un tema menos conocido y tan silenciado como aquél: el de la enfermedad y muerte ocasionadas por radiaciones electromagnéticas, producidas por instalaciones de tensión alta y media que no cuentan con las debidas medidas de seguridad. No hace falta irse muy lejos para verificarlo: la Subestación Eléctrica Agronomía, ubicada en las esquinas de Nazca y Francisco Beiró, en plena capital, emite –como muestra una escena de este documental dirigido por Lorena Riposati– una radiación tal que ni los testers están en condiciones de medirla.El problema se agrava, como de costumbre, cruzando los límites de Capital. Mariposas negras trata sobre la lucha que vecinos de Berazategui vienen llevando adelante desde hace décadas, con el objetivo de impedir la instalación de una subestación eléctrica, en inmediaciones de la antigua fábrica Rigolleau. No lo hacen de gusto. En las manzanas que rodean a una subestación semejante, instalada en 1980 en el barrio Sobral, de Ezpeleta, se llevan registradas 170 muertes por diversos cánceres, así como más de un centenar de enfermos graves. Las instancias de esa lucha son las habituales en estos casos: indiferencia de las autoridades, avance de las obras, resistencia vecinal, represión policial (además de seguimientos y teléfonos intervenidos, según se denuncia), ampliación del campo de batalla. Tras casi una década en la que lograron frenar las obras, en fecha reciente la resistencia vecinal fue quebrada y los cables se tendieron. Pero los vecinos concretaron, en Córdoba, un Encuentro de Barrios Irradiados, produciendo un documento que aspira a una regulación sanitaria como la que se requiere. La lucha continúa.El documental de Riposati logra hallar una forma acorde con el asunto tratado, utilizando algunas grabaciones con celular de los propios vecinos (un enfrentamiento con la policía, en 2011) y dando cuenta, con sencillez y planos cortos (adecuados para tratar temas “micro”, como éste), de las acciones de éstos. En una vecina de la zona con condiciones de líder, Mariposas negras halla su propia Pasionaria, pero no se cierra al resto de los vecinos. Un mapa casero en el que se marcan con cruces y puntos los muertos y enfermos en cada manzana, al que ellos mismos llaman “el mapa de la muerte”, vale, en su gráfica contundencia, por el documental todo. Lamentablemente a la realizadora parece no bastarle con el registro crudo, viéndose en la necesidad de echar mano de una alegoría visual, la de las mariposas del título, estrictamente digitales, que desde los cables de alta tensión desparraman negras radiaciones, en planos aéreos que parecen de Google View. El otro lastre es una omnipresente musiquita de flauta y guitarra, que parece querer embellecer lo que no tiene nada de bello. La enfermedad, la muerte y la desprotección de los menos poderosos no suelen llevarse bien con los acompañamientos musicales de ocasión.