Desde las primeras imágenes de la película, la misma directora Sabrina Farji se plantea una serie de interrogantes sobre el personaje. Un cuadro representativo, la alusión al hecho histórico, la presencia de Mariquita Sánchez de Thompson. Pero el documental irá a la búsqueda de las raíces, los orígenes, el comportamiento y el lugar que ocupó como mujer entre dos siglos.
En ese sentido, Mariquita, mujer revolución convergerá hacia esa línea donde se fusiona el documental y la ficción, a algunos hechos recreados y / reconstruidos, al recurso de las cabezas parlantes, al correspondiente contexto histórico, al lugar como escritora del personaje, sus relaciones de pareja, los enfrentamientos o acercamientos con políticos de entonces y, esencialmente, su palabra rectora, sus expresiones sobre el estado de las cosas que van más allá de haber sido quien albergó en su aristocrático hogar a quienes compusieron y luego entonaron por primera vez el Himno Nacional.
Por razones puramente casuales, hace unos días volví a ver buena parte de El grito sagrado (1954, Luis César Amadori), clásico biopic sobre el personaje en la piel y la euforia retórica de Fanny Navarro. El film, gestado hace casi setenta años, remite a una manera de hacer cine histórico, plantando aquella bandera ideológica del peronismo de la década como interpretación simbólica.
La propuesta de Farji se ubica en la vereda de enfrente en cuanto al procesamiento de los materiales. Es un documental, pero con la directora presente en varias imágenes. Es una narración establecida como un rompecabezas a armar desde lugares comunes que transmitió la historia desde una postura enciclopédica, donde la intención de la película es, justamente, desovillar y alejarse de esos lugares comunes. El film remite a un personaje poderoso de la historia argentina, aunque desde la decoración de un hecho real, como comparsa de un suceso trascendente. Pues ahí, en ese punto, Farji gana la apuesta: desprenderse del manual y fijar la atención, a través de la investigación, los testimonios y las escenas ficcionalizadas (no es este punto el más logrado del film), junto a los interrogantes que la directora continúa planteándose en relación a qué lugar realmente ocupa Mariquita Sánchez de Thompson en aquel período específico de la historia argentina.
Lejos, muy lejos diría, de la ilustración y el mensaje patriótico, Mariquita, mujer revolución abre puertas para el intercambio de opiniones ya que jamás se somete a clausurar a un personaje importante, con sus virtudes, certezas e inestabilidades.