Pocas figuras en la historia tienen una trascendencia que excede a sus logros. Van más allá de sus propios sueños, convicciones, expresiones, y se transforman en íconos culturales inermes al paso del tiempo. Se impregnan en el inconsciente colectivo, aún en aquellos ignotos en la materia para los que, un simple nombre, resulta someramente familiar.
Se hacen presentes en todos lados y de todas las formas. Mochilas, remeras, graffitis, posters, pines, tatuajes... Resuenan todo el tiempo como hijos adoptivos de cada generación. Por eso son pocos. El Che Guevara, Marilyn Monroe, Jim Morrison (el líder de The Doors)... y no muchos más a ese nivel de representatividad, más allá de los idiomas, los países y las clases sociales.
Bob Marley es, sin dudas, una de esas figuras.
Se escriben ensayos, libros, artículos periodísticos, y nada del análisis parece ser capaz de abarcar el mito.
Con este contexto se estrena “Marley”. Uno pensaría que hay que ser realmente un pésimo realizador para equivocarse con semejante material, por lo tanto, quedarse en las convenciones del género documental puede ser un buen camino para no caer en lo pretencioso.
Se requieren las dos o tres preguntas fundamentales para cualquier documentalista, y mucha investigación. Kevin McDonald, el director de “El último rey de Escocia” (2010), hizo bien los deberes.
Viajó, filmó Jamaica, entrevistó a cuanta persona tuvo contacto con Bob (desde familiares a amigos, pasando por productores y músicos), reunió material de archivo inédito hasta esta producción, y sobre todo tomó una decisión clave para su abordaje: mostrar que parte del mito se construyó por su condición de mestizo. Se puede estar de acuerdo o no; pero sin dudas ofrece una mirada que va mucho mas allá del marketing. En todo caso todo el contenido político de la discografía tiene grandes momentos de redención y reivindicación en este documental.
Cada persona que pasa ante la cámara brindando su testimonio colabora con el logrado objetivo final: desmitificar la leyenda y a la vez mitificar al hombre, ergo, todos los espectadores están incluidos. Los fanáticos de su música lo conocerán mucho más y los que no sepan sólo su nombre saldrán de la sala con ansias de conocer su obra.
“Marley” ofrece las piezas que faltan del rompecabezas a partir de un buen nivel técnico y sin más intenciones que exponer todo lo que se puede saber. El resto seguirá siendo lo que es a medida que pasan los años: una leyenda.
Esta realización alcanza para entender que Bob Marley es (como decía La Bersuit en la gran canción "Murguita del Sur") un muerto que no para de nacer.