Marta Buneta supo ser una reputada bailarina de cabaret y una de las pioneras del striptease en Buenos Aires. Pero hoy su realidad la encuentra viviendo en la calle luego de una crisis emocional que, 14 años atrás, derivó en una internación primero y el alejamiento de su familia después. Desde entonces, cada semana arma un show callejero con coreografías, playbacks, poemas y canciones que rememoran sus épocas de gloria.
Los directores Bruno López y Malena Moffatt –quien se dedica a las artes plásticas y supo coordinar talleres de arte en psiquiátricos– se enfrentan al desafío de mostrar un personaje involuntariamente excéntrico, una mujer que pasea por la zona de Congreso con un look estrafalario y una palmera que cuida como si fuera su hija. Lo hacen sin caer en el golpe bajo ni en la piedad bienpensante, dejando que la mirada de Marta coincida con el punto de vista del film. De allí, entonces, el carácter derivativo y arremolinado de su narración.
Marta Show acompaña la rutina de quien, entre otras cosas, pasa sus días recogiendo hojas porque dice que son hijas abandonadas de los árboles y dándole ibuprofeno a las palomas para que “no se enfermen”. En ese contexto realiza un show semanal del que participan otras personas en situación de calle que encuentran allí una válvula de escape ante una realidad para nada confortable. Como en Moacir, del aquí productor Tomás Lipgot, Marta Showtematiza la locura, la soledad y la marginalidad con respeto y sin prejuicios, dándole a esa mujer un poco de luz en medio de tanta oscuridad.