Verte es un martirio
Hubo un momento, aproximadamente siete años entre 2003 y 2010, de alta intensidad en cine de terror europeo, y particularmente en cine de terror francés. Este periodo hasta llegó a tener su propio nombre -Nouvelle Horreur Vague-, bastante pretensioso si pensamos que apenas fueron un puñado de films de una serie de realizadores cuya idea principal era devolverle a las películas de terror una reinterpretación moderna de la violencia visceral que tuvieron en los años setenta. Los principales exponentes de este pequeño movimiento van desde la temprana Alta tensión (Haute tensión, Alexandre Aja -2003-) pasando por La frontera del miedo (Frontière(s), Xavier Gens -2007-), Inside: la venganza (À l’intérieur, Alexandre Bustillo y Julien Maury -2007-) y llegando aproximadamente hasta La horda (La horde, Yannick Dahan y Benjamin Rocher -2009-); luego la crisis económica hizo lo suyo.
Pascal Laugier de despachaba en 2008 con Martyrs, una película que representaba ampliamente el espíritu de la Nouvelle Horrour Vague (que no volveremos a mencionar), y que impactaba por el extremo nivel de violencia que mostraba aún en el contexto del que provenía. Ocho años después algún parásito norteamericano creyó necesario hacer una remake que nos llega con el nombre de Martirio satánico, y aquí estamos sufriendo los escasos resultados conseguidos por los directores Kevin y Michael Goetz.
La misma premisa vale para la original que para la remake, estamos ante una historia brutal de venganza. Lucy (Troian Bellisario), quien fue secuestrada y torturada durante su infancia, ya adulta busca asesinar a sus captores, que resultan ser una familia de clase media de lo más normal que esconde un oscurísimo absurdamente complejo secreto: forman parte de una organización ocultista que busca algunas respuestas sobre qué hay más allá de la muerte, y que cree que las va a encontrar torturando gente. No, no estamos ante una película sutil, en ninguna de sus versiones, sólo que en la versión original, el director Pascal Laugier no claudicaba en su afán de exhibir lo más crudamente posible todo tipo de violencia, como si no quisiera dejar descansar nuestra capacidad de sentir asco y repulsión. También es lo primero en lo que falla la versión norteamericana de los Goetz, que en comparación es una película mucho menos efectiva en cuanto a la utilización del impacto violento, con lo cual arranca mal, porque enseguida notamos las costuras de una película muy enclenque y cuya estructura es hermana gemela de la original.
Entonces lo primero que notaremos es lo tosco del guión, que tiene mucho movimiento al principio y luego se frena demasiado en las interminables escenas de tortura (algo que le pasa a la mayoría de las películas que incluyen tortura, incluso a la Martyrs original). Además de que se utiliza una metáfora arjonesca para representar los traumas de la protagonista, un fantasma feo y culposo que aparece cada tanto. El combo se completa con unas actuaciones pobres y unos imperdonables efectos especiales que fallan sobre todo en los momentos gore, lo cual es extraño a esta altura de las circunstancias técnicas, pero la falla está ahí. Una película de torturas sin efectos verosímiles no tiene razón de ser y ese es el problema que arrastra desde el principio Martirio satánico.
Esta innecesaria remake de Martyrs sirve para demostrar que se puede calcar la estructura de una película más o menos decente y convertirla en un completo desastre. Le pasa consigo mismo a Christopher Nolan con El caballero de la noche asciende (2012), le puede pasar a los Goetz.