La pregunta “¿para qué?”, genera curiosidad adicional (en algunos casos) cuando se trata de entender los propósitos de una obra cinematográfica. Dejemos de lado el tema económico en el caso de la industria Hollywoodense, porque sino lo dejamos de lado la respuesta sería (casi siempre) “para ganar plata”. Un proyecto como “Más allá de la montaña” necesita imperiosamente esquivar esta cuestión porque la obviedad de su guión hace imposible un análisis serio, Incluso si se trata de un caso real.
“¡Viven!” (Frank Marshall, 1993) ¿funcionaba porque estaba basada en los hechos reales de un equipo de rugby uruguayo que sufrió un accidente aéreo cruzando la Cordillera de los Andes? No. Funcionaba porque el guión se ocupaba del tremendo dilema moral que los sobrevivientes sufrieron, justamente para sobrevivir. Casi 25 años después de semejante ejemplo ésta producción sólo se ocupa de lo formal en términos estéticos y plantea, como mínimo, dilemas de dudoso planteo: A esta altura: ¿el amor interracial sólo es posible en una catástrofe? ¿Un médico, por ser médico, no cree en el amor universal?
Un vuelo privado con un piloto (ridículo y con un sobreactuado trabajo de Beau Bridges por donde se lo mire) sale mal. Al tipo le agarra un patatús y el avioncito se estrella en lo alto de una montaña. Por suerte para su trabajo actoral el piloto no sobrevive. Sí lo hacen Ben (Idris Elba), Alex (Kate Winstlet) y un perro que debe haber tenido las manos de Robocop para aferrarse al fuselaje pese a la ruptura de la cola del avión, cuyo diagnóstico técnico real hubiese dejado al guionista sin trabajo. Él es negro, ella blanca. Él cuida de ella hasta que se despierta y cuando lo hace veremos una de las escenas más inverosímiles de la historia del cine catástrofe, seguida de otras tantas serviles a destruir toda posibilidad de conexión emocional con la situación de ambos, objetivo logrado con creces realmente
El argumento, débil como anzuelo de nylon, dice que la distancia entre ambos está marcada por la diferencia de color. Aun cuando la misma está disfrazada del ímpetu de ella (que quiere bajar la montaña, renga y con el perro a cuestas); versus el sentido común de él que en realidad está disfrazado de cobarde (por no adjetivar escatológicamente).
Aquí empezamos a descubrir una caterva de diálogos que llaman a la risa en el contexto de la adversidad del paisaj, y la banda de sonido que insiste en subrayar el sentimentalismo barato. Hay varias escenas antológicas en las cuales no faltará una chimenea pulcra y prístina dentro de una cabaña abandonada.
¡Ah!, pero el amor todo lo puede. Incluso tener sexo y no transpirar. Brillante. ¡Ah!, antes del accidente ella estaba viajando a casarse y él (que es cirujano o algo así) convencido que el corazón es sólo un músculo. Obviamente nadie usa el cerebro en este libreto.
Nota al pie:: a veinte años de “Titanic” (James Cameron, 1997) está claro que Kate Winstlet ya sobrevivió a un accidente marítimo enamorada de un irlandés y a uno aéreo en “Más allá de la montaña” enamorada de un afroamericano. ¿En 2037 sobrevivirá a un terremoto con Jackie Chan? Suficiente.