Carlos Bianchi en una nota realizada con motivo del repaso de algún titulo obtenido en Vélez Sarfield como director técnico, comentaba que el momento que le tocó dejar de jugar al futbol como profesional fue como morir. La “primera muerte” mencionaba el ex jugador devenido a entrenador, explicaba que el deportista profesional siente el abandono de su profesión como un vacío similar a un deceso.
Clint Eastwood tuvo su “primera muerte” en Gran Torino, ese maravilloso testamento fílmico que significó su retiro definitivo de su profesión original; actor de cine. Atrás quedan maravillas como el cinismo del “hombre sin nombre” o el desaforado “Harry el sucio” entre otras grandes actuaciones en la historia del viejo Clint.
Y en Gran Torino, Eastwood decide finalizar su participación como actor con velatorio y todo, el último plano en la historia de su carrera es adentro de un cajón en una funeraria. Tras los honores de su despedida, Eastwood finaliza la película con un bellísimo plano general del mar, con tonos bien azules fuertemente iluminados por el sol. Mas Allá de la Vida comienza exactamente con el mismo plano general del mar construyendo un puente entre dos películas que dialogan; el mar como sinónimo de inmensidad, de infinitud, de algo más grande de lo que podemos explicar. La potencia de la primera secuencia de la película es implacable, la naturaleza arrasando con un tsunami y el viejo Eastwood mostrándolo desde adentro, incluso con algunos planos subjetivos del personaje de Marie LeLay (Cécile De France) que tiene una experiencia cercana a la muerte (es resucitada luego de ahogarse). Luego comienza la maquina de narrar que es el viejo Clint para mostrar la historia de los tres personajes de la película, la mencionada LeLay, el chico Marcus (interpretado intercaladamente por los hermanos mellizos McLaren) y el personaje central del film, George Lonegan , un brillante Matt Damon en su segunda colaboración consecutiva con Eastwood luego de Invictus. La historia de la muerte ronda a los tres personajes, pero es casi una excusa, un Macguffin para que Eastwood ponga su aparato narrativo clásico para contar una historia de personajes con densidad, que crecen, se modifican y cambian. Marie LeLay muere en el tsunami, la periodista política sagaz y punzante desaparece tras su experiencia con la muerte y cambia recorriendo un camino de investigación en el terreno de la espiritualidad. Marcus, tras la muerte de su hermano es un zombi viviente, como si él también estuviera muerto. George Lonegan está literalmente muerto. En el primer plano que Eastwood lo muestra aparece de costado, sin iluminación alguna, casi como un espectro. Su trabajo de psíquico, del que reniega, lo hace dialogar con los muertos casi como un par de ellos , un tipo que tiene la certeza que existe la vida después de la muerte es uno de los personajes mas tristes que dio el cine en años, esto nos da la pauta que acá no hay “visiones optimistas y esperanzadoras” por parte de Eastwood , de hecho , la conclusión tras el dialogo entre Marcus y Lonegan es que el psíquico no tiene idea de lo que sucede después de la muerte, él solo reproduce lo que le dicen los muertos. La colaboración entre los personajes los hace crecer y reinventarse, procedimiento clásico del cine de Hollywood. Lonegan ayuda a Marcus que vuelve en búsqueda de su madre , Marcus ayuda a Lonegan , lo hace verse por primera vez un igual con el resto de las personas y Lonegan ayuda a LeLay con su carta y su comprensión. El final a pura emoción frankcapriana encuentra a un Lonegan que le puede dar la mano a una mujer sin vivir otra vez una pesadilla. El viejo Eastwood ya lo enfoca bien iluminado, sonriente y por primera vez feliz. El personaje que estaba muerto termina mas vivo que nunca. Eso hace Eastwood, cuenta historias, modifica, convierte, les da calidez y espesor a sus personajes, los quiere, los respeta. Puro cine americano, del mejor, del que queda poco. Esperemos poder disfrutar a Clint para siempre, aún mas allá de la vida.