Al maestro, con cariño: ¿En serio la filmó Clint?
Al salir de la proyección de Más allá de la vida, a principios de diciembre, en el microcine de Warner Bros. nos miramos con los otros asistentes (en su mayoría, críticos de la revista El Amante) y no lo podíamos creer "¿En serio la filmó Eastwood?", era la frase más repetida.
Seamos claros: Más allá de la vida no es una mala película, pero es una muy mala película para un director (un maestro, un emblema, un mito viviente del mejor cine norteamericano) como el viejo Clint. Si la hubiese dirigido M. Night Shyamalan (sería algo así como un remedo de Sexto sentido) o Alejandro González Iñárritu (en sintonía con su cine "trascendente"), estaríamos hablando de un film más, mediocre y efímero. Pero viniendo de las manos del creador de Los imperdonables, Cazador blanco, corazón negro, Bird, Los puentes de Madison, Medianoche en el jardín del bien y del mal, Río místico, Million Dollar Baby y Gran Torino uno no puede conformarse con un producto tan menor, tan obvio, tan impersonal.
Es como si el "toque Eastwood" se hubiese perdido aquí por completo, como si fuese una película del guionista Peter Morgan (La Reina, Frost/Nixon) o en todo caso del productor Steven Spielberg (aunque SS nunca cayó tan bajo). De hecho, la película arranca con una (muy buena) escena a puro CGI que bien podría pertenecer a un film spielbergiano con un tsunami que arrasa un paradisíaco enclave turístico en Maui, Hawaii. De esa catástrofe se salva de manera milagrosa una reconocida conductora de TV y escritora francesa (Cécile de France). Esta mujer -cuya vida cambia para siempre luego de esa experiencia extrema- se irá conectando con el correr del film con otros dos personajes: un norteamericano (Matt Damon) con un poder infrecuente para conectarse con los muertos, pero que reniega de sus dotes como psíquico; y un niño inglés con una madre adicta que sufre la muerte de su hermano mellizo.
Ni buen thriller psicológico, ni buen melodra, Más allá de la vida es una historia coral del montón, sin logros destacables y con algunos aspectos (la forma absolutamente "grasa" de filmar Londres, París o San Francisco, las obvias referencias a Dickens o el espantoso uso de la música compuesta por el propio Eastwood) que desmerecen por completo los inmensos pergaminos de este verdadero maestro del cine.
Lo dicho: no estamos ante una película que indigne, pero para quienes amamos el cine del gran Clint resulta una enorme, profunda decepción.