El viejo Clint. Ese es el apodo cariñoso que se ha ganado el señor Clint Eastwood en este blog, a fuerza de historias clásicas, sensibles y poderosas que lo han puesto -no sólo en este humilde sitio sino en el mundo- entre los mejores realizadores que trabajan actualmente. Si repasamos algunas de las obras de este genial autor norteamericano nos encontramos con tantos clásicos que nos da escalofríos: tan solo en las últimas dos décadas, Eastwood nos deleitó con nombres como Los imperdonables, Un mundo perfecto, Los puentes de Madison, Río místico, Million dollar baby, El sustituto o Gran Torino. Cualquier director del montón se alegraría de tener al menos uno de esos nombres en su filmografía.
Si bien hay muchos dramas dentro de los filmes que dirigió, esta vez Eastwood se mete en un terreno bastante poco explorado: Más allá de la vida es una película que, tal como lo indica su título, relata historias que tienen que ver con la muerte y con lo que hay más allá. Matt Damon interpreta -con su habitual solvencia, a pesar de que su gesto adusto y tristón aburra un poco- a George Lonegan, un obrero que tiene la capacidad de comunicarse con el más allá, aunque ya no se dedica a eso y se resiste a utilizar sus "poderes". Mientras tanto, Marie (Cecile de France) es una periodista que casi muere luego de que un tsunami arrase la ciudad en la que vacaciona y es resucitada a último momento. Por su parte, los hermanos mellizos Frankie y George McLaren interpretan a dos hermanitos que tienen que lidiar con su madre adicta y que cerrarán el triángulo coral que propone el argumento.
La dirección de Clint se hace más notoria que otras veces cuando admiramos la escena inicial en la que el tsunami arrastra a Marie y a todo lo que encuentra a su paso en una ciudad paradisiaca. También se nota su mano en las convincentes actuaciones -esta vez el elenco no tiene fallas, no como algunos de los personajes de Gran Torino-, en la cadencia de la acción, en la intensidad dramática de algunas escenas y en la insistencia sobre algunas temáticas que se repiten a lo largo de sus filmes -la familia vista de modo interesado y el tema del abuso infantil vuelven a rondar el relato, aunque bastante más como condimento que como tópico-.
El guión es de Peter Morgan, el mismo de La reina y Frost/Nixon, que también había colaborado en los guiones de El último rey de Escocia y El nuevo entrenador (la anterior película del director Tom Hooper, responsable de El discurso del rey). Eastwood y Morgan nos ofrecen una historia coral cuyos protagonista deben cruzarse y tardan mucho en hacerlo, con una cadencia "a la francesa" (no por nada gran parte del metraje transcurre en Francia) y en la que el hilo conductor es el mundo del más allá, pero todo transcurre en el más acá.
El filme tiene momentos muy buenos desde lo narrativo -los segmentos en los que participan Damon y la bellísima Bryce Dallas Howard realmente inspiran el amor de una pareja naciente-, desde lo dramático -la escena del accidente automovilístico, aunque predecible, está bien lograda- y desde lo visual -la ya mencionada escena del tsunami-, sin embargo -y aunque es por todos sabido que la película apunta a que los tres personajes principales se reúnan- no está nunca demasiado claro a dónde se está yendo con la narración.
En definitiva, estamos ante la misma cuestión que abordamos con Woody Allen y es por eso que comparten esta reseña: no es la mejor película de Eastwood, no se trata de un filme con escenas memorables ni una historia que nos atrapará para no soltarnos, como sucedía con muchas de sus últimas historias. Sin embargo, la solvencia de este gran director de 80 años hace que hasta su película más extraña y menos atractiva sea una película interesante y digna de verse. Certificado de calidad, que le dicen.