Cuestión de vida o muerte
Eastwood aborda por primera vez lo sobrenatural.
La filmografía de Clint Eastwood incluía, hasta Más allá de la vida , dramas hechos y derechos como Río Místico y Million Dollar Baby , westerns revisionistas como Los imperdonables , filmes sobre la guerra antes que de guerra ( La conquista del honor ) thrillers y una olvidable cantidad de títulos de acción fascistoide, cono Firefox y El guerrero solitario a la cabeza, pero nunca uno, digamos, sobrenatural.
Y a los 80 años, Eastwood abordó el primero, probablemente el único de su frondosa carrera.
Lo llamativo en Más allá de la vida no es tanto, proviniendo de Eastwood, el asunto elegido –la posibilidad de entablar contacto con espíritus de gente querida- sino la parsimonia con que la realizó (un rasgo que era más evidente en la insípida Invictus , que quedó como un filme por encargo antes que una obra de autor), incluyendo un final muy a lo González Iñárritu, de historias que se cruzan. Y que lo hacen más por capricho del guionista que por obra del destino.
La película abre con Cécile De France como una periodista televisiva francesa de vacaciones, poco antes del tsunami asiático de 2004. Su personaje sobrevive, cuando todos la daban por muerta, en una secuencia que, siendo el filme producido por Spielberg, es dable apostar que Eastwood habrá monitoreado todo desde una consola, aprobando o desaprobando con la cabeza.
La segunda historia arranca con un (ex)psíquico, que se hartó de tomar las manos a extraños para sentir una conexión y relatar las visiones que tiene. Interpretado por Matt Damon, parece mejor estructurado, inclusive psicológicamente, hasta que irrumpe el tercero, un niño inglés que acaba de perder a su gemelo, tiene una madre alcohólica y termina en un hogar prestado, mientras lo que más ansía es recuperar a su alma… gemela.
El estilo de Eastwood, allí donde se ve y se siente que el director se mueve a sus anchas, se expresa mejor en la secuencia de la casa de Damon, entre la cocina y el living, cuando George trata de convencer a Melanie (Bryce Dallas Howard) que mejor no, que no le pida que la contacte con su padre muerto. Inclusive la resolución de la escena se emparenta con un tema que al director parece obsesionarlo cada vez más desde Río Místico , y es el abuso o maltrato de menores.
No es un filme sobre lo paranormal, sino sobre tres personajes en busca de la verdad; alguna verdad que les devuelva las ganas de vivir al ser rozados, de una u otra manera, por la muerte. Pero la reflexión que uno quisiera suponer es el alma mater del relato se desdibuja acercándose al final, cuando por más que uno adivine que las tres historias deberán cruzarse, lo hagan de la manera más clisada posible.
Y es extraño, porque el guionista Peter Morgan (el mismo de La reina y Frost/Nixon ) suele trabajar con habilidad y meticulosidad las escenas para desnudar las características de sus personajes. Bueno, en Más allá de la vida se tomó un descanso.
Damon es lo mejor de la película (su segunda escena en la cocina, comiendo solo, tiene el desenlace que mejor pinta a su personaje) y el pequeño Frankie McLaren, por carisma, se roba algunas escenas.
Más allá de la vida , cuando el fan haga un repaso de la filmografía de Eastwood, no estará en el cielo ni en el infierno; permanecerá en el limbo.