Jeff Bauman, el nombre del personaje protagónico, es el nombre de una persona real que perdió las piernas en el atentado terrorista durante la maratón de Boston de 2013, un hombre común que estaba ahí para tratar de reconquistar a su novia y terminó oficiando de algo así como héroe, con una historia de dura recuperación y autosuperación. A diferencia de otra película alrededor del mismo atentado - Día del atentado, de Peter Berg-, Más fuerte que el destino apuesta a contar una historia de vida antes que en retratar el alma de una ciudad (que era lo mejor de la película de Berg). Así, se nos cuentan las torpezas en el trabajo de Bauman, sus problemas de pareja, su inmadurez, la intensidad de su familia (su madre es interpretada por Miranda Richardson con dosis extra de énfasis), y el cambio drástico de su destino.
David Gordon Green, el director de esta película, supo ser una de las grandes esperanzas del indie estadounidense, con algunas películas muy atractivas como All the Real Girls y Prince Avalanche. No es muy alentador que en Más fuerte que el destino haya anulado sus méritos más singulares -un sentido del humor excéntrico, cierto tono de extrañeza ante el mundo- y se haya conformado con ser alguien que relata con prolijidad un derrotero altamente previsible y con no tanto chantaje emocional y patriótico como el que podrían haber incluido otros directores en los que nunca creímos.