Hace casi un año se estrenó en los cines argentinos Día del atentado, en la que el director Peter Berg recreaba a puro nervio los hechos y la investigación policial posterior a la explosión de dos bombas en la línea de meta de la Maratón de Boston de abril de 2013, cuyo saldo fue de tres muertos y 260 heridos.
Uno de esos heridos sirve ahora para un film que espeja al de Berg. Ubicado a unos metros de las mochilas, Jeff Bauman sufrió el impacto de decenas de esquirlas y clavos en sus piernas, obligando a los médicos a apuntar por arriba de las rodillas. La historia de su lucha, sus debates internos y su reconstrucción es el centro de esta película inspiracional bautizada aquí con el genérico título de Más fuerte que el destino.
El film del ecléctico David Gordon Green (George Washington, Chicas de verdad, Superfumados, Un niñero sinvergüenza, Prince Avalanche, Experta en crisis y varios episodios de las series Eastbound & Down y Vice Principals) desplaza el núcleo narrativo de la recreación de Berg a la exploración de los sentimientos y sensaciones de Bauman (Jake Gyllenhaal) y sus familiares ante las consecuencias, abarcando desde la módica alegría por haber sobrevivido a la tristeza por ser víctima de un hecho inexplicable, fuera de su esfera de control.
Más fuerte que el destino empieza como un drama con toques de comedia negra con la disfuncionalidad familiar como eje (David O. Rossell es una referencia ineludible), pero a partir de que la novia de Jeff (Tatiana Maslany), con la culpa a flor de piel, se haga cargo del muchacho, se convierte en un melodrama romántico centrado en ellos dos. Para la última parte Green reserva algunas escenas dramáticas intensas y un largo flashback innecesario, desbarrancando de la senda de la sobriedad y contención en la que hasta entonces se había mantenido con pulso de acero.