La figura del héroe es mucho más que una tara comunitaria. ¿Un organizador simbólico de una nación? Posiblemente sí, al menos es innegable que los estadounidenses insisten sistemáticamente en vindicar la posición de un hombre o una mujer frente a la vida pública que porta una cualidad moral esplendorosa, reconocible en una conducta que espeja presuntamente la grandeza de un país.
Jeff Bauman era un típico trabajador de Boston, amante del béisbol y buen compañero laboral y amoroso. El 15 de abril de 2013, este joven de 28 años decidió ir a alentar a su novia, que participaba en la maratón de Boston. La explosión de tres bombas terminó con la vida de tres personas y dejó 282 heridos; uno de ellos Bauman, que perdió sus piernas. El relato, inspirado en un libro del propio Bauman sobre su experiencia, se circunscribe al esfuerzo puesto por este para sobrepasar la desgracia y volver a ser parte del mundo. Fue así que este héroe accidental se transformó en el rostro de un grito colectivo de autosuperación. En él, el famoso slogan “Boston Strong” encontró a su mejor e involuntario intérprete.
David Gordon Green, un director que fue una promesa del cine estadounidense a principios de siglo, prioriza la readaptación íntima de Bauman y nunca desconoce la pertenencia de clase del protagonista, sensibilidad del realizador que resultaba ya ostensible en George Washington, su mejor película, un retrato exhaustivo de una época, una generación y una clase social.
En efecto, lo que sucede con los padres y la novia recibe especial atención, también el futuro laboral del protagonista, lo que no excluye el examen de cómo una sociedad consigue asignarle a un hombre el papel de ser un héroe de la voluntad de superación. La escena que instituye el punto de vista del filme y del propio Bauman y su réplica en la ficción es aquella en la que este se encuentra con la persona que lo rescató en la explosión, otro hombre devastado y sobreviviente de una tragedia que, como la del propio Bauman, no era ajena a la política internacional de Estados Unidos.
En la medida de sus posibilidades, Green mantiene una perspectiva, pero los materiales con los que cuenta desbordan el relato, pues aquí el mito y la ideología deben prosperar; que el filme vaya adquiriendo una ascendente retórica de autoayuda patriótica resulta inevitable debido a la propia lógica de producción y recepción. Esto explica asimismo la austeridad formal del filme: la didáctica se impone a la estética, más allá de algunos planos subjetivos que remiten a la percepción alucinada de Bauman ante la exagerada exposición pública.
Todo filme de héroes es secretamente un filme de propaganda. El inconsciente estadounidense se desnuda por entero en este drama que nace de la vileza del terrorismo y culmina con la afirmación de los valores cívicos de una nación.