Una comedia desafinada
La secuela del sorprendente film de 2012 muta el espíritu deforme y anárquico por otro mucho más gastado.
Estrenada aquí casi en silencio y varios meses después que en Estados Unidos, Ritmo perfecto fue una más que agradable sorpresa, un musical deforme y anárquico que subvertía los códigos de las comedias estudiantes a fuerza incorrección y sorpresa. Su secuela, en cambio, luce gastada y dedicada a replicar los mecanismos su predecesora en lugar de expandirlos.
Más notas perfectas comienza con las Barden Bellas ya consagradas como el mejor grupo de canto a capella de Estados Unidos y rumbo al mundial, donde deberán enfrentarse a una poderosa escuadra alemana. El problema es que las cosas no están del todo bien entre ellas, por lo que parten a una suerte de retiro espiritual para tratar de limar rispideces.
El debut en la dirección de largometrajes de la actriz Elizabeth Banks –ya había dirigido uno de los cortos del film colectivo Proyecto 43– es mucho menos chispeante que la anterior. Banks carece del pulso que exhibe en sus papeles (incluso en este mismo film, donde interpreta a la comentarista de las competencias) demorando el remate de los chistes y estirando situaciones que antes funcionaban como disparador cómico (los enfrentamientos cantados, la estupidez de las chicas). Así, hay poco de perfecto en estas notas. Son, más bien, puramente desafinadas.