Sin frescura
Las chicas crecieron. Y con ese crecimiento también hay que comprender que en Más notas perfectas (Pitch Perfect 2, 2015), de Elizabeth Banks, toda la frescura de la primera entrega y la sorpresa se ha perdido.
Si bien el guión de esta entrega, decide incorporar nuevos tópicos para profundizar en algunos personajes, la idea principal, la de competencia, está presente. Pero es en la industrialización del producto, en su reiteración, y principalmente en la comparación con su predecesora es en donde Más notas perfectas sale perdiendo.
Ritmo perfecto (Pitch Perfect, 2013) se proponía como un film de relectura de aquellas sagas estudiantiles en donde un grupo de jóvenes se esforzaba, en equipo, por alcanzar un objetivo. El canto a capela como excusa para hablar de muchas otras cosas, fundándose sobre estereotipos que hacían al verosímil del film algo mucho más sólido.
En esta oportunidad las “Bellas de Barden” (así es el nombre del conjunto) se encontrarán frente a una disyuntiva, luego de que ante un hecho fortuito sean expulsadas de la gira en la que participaban y por ende de todas las competencias nacionales. Ahora el grupo deberá encontrar una manera de continuar unido y buscar nuevos objetivos comunes.
Tomando conocimiento sobre una competencia internacional, las “bellas” deciden una vez más tratar de encontrar la nota perfecta que las lleve a la supremacía del canto a capela, pero en el camino no sólo deberán competir con un ensamble alemán (Das Sound Machine) sino principalmente con ellas mismas, porque las mentiras y los secretos comenzarán a circular entre el equipo, quienes ya vislumbran la finalización de la universidad y las nuevas metas y desafíos personales como algo cercano.
Más notas perfectas posee una estructura mucho más convencional que la primera parte, y asume muchas cuestiones narrativas que terminan resintiendo su trama. La música no sorprende, justamente porque en lo elaborado de las puestas el mecanismo de producción casi perfecto anula la espontaneidad del canto a capela.
Hay humor corrosivo, escatológico, incorrección política, y música, pero todo huele a fórmula probada que no propone nada nuevo. Más notas perfectas desnuda como el afán de la industria por intentar aprovecharse de un éxito no siempre termina siendo sinónimo de calidad y buen entretenimiento.