Primero fue un folletín digital publicado en el blog Orsai, luego un libro, más tarde una exitosa obra de teatro y finalmente una película. Y el más reciente film del muy prolífico Marcos Carnevale (solo en los dos últimos años estrenó Corazón loco, El cuartito, Granizo y la serie Los protectores) incursiona en el espíritu farsesco, en el costumbrismo más exacerbado con Esperando a la carreza como modelo.
El resultado es un producto tosco, burdo, donde abunda el subrayado y la exageración es la norma. Todo con una puesta en escena en escena que remite a las viejas tiras televisivas con interpretaciones siempre altisonantes, un festival de muecas y diálogos gritados. Rodado a toda velocidad, sin cuidar demasiado las formas, dando vía libre a los actores para que desaten un histrionismo que por momentos los deja expuestos al ridículo, se trata de un cine apolillado, que en varios pasajes se burla de sus patéticos personajes y -lo que es peor- en muchos otros parece hacerlo también del público.
Cuando el “temido” año 2000 está a la vuelta de la esquina, la familia Bertotti de la ciudad de Mercedes (de allí es originario Casciari) lucha para que la progresiva degradación no los lleve a engrosar la cada vez más nutrida clase baja. Papá Zacarías (Guillermo Arengo) y mamá Mirta (Florencia Peña) viven reprochándose cada decisión hasta límites irritantes. Y están los tres hijos (uno gay que recibe una beca para el exterior; otro, resentido, que cree que su hermano siempre es el favorecido; y una tercera que intenta sin suerte desentenderse de ese micromundo enfermizo). Y también tenemos el show de Diego Peretti (joven en unos torpes flashbacks en blanco y negro hablando un cocoliche de italiano y castellano y ya anciano en el presente del 2000 como el abuelo). Casi que el único momento gracioso es cuando el viejo drogón (un Peretti hipermaquillado para dar un look octogenario) demuestra su admiración por los Ramones mientras escucha Pet Sematary con uno de sus nietos.
La película intenta trazar ciertos paralelismos entre los integrantes de la familia (él desocupado, ella menopáusica, los hijos llenos de traumas, angustias e inseguridades) con la decadencia social pre-2001 (la película llega justo hasta la explosión de la crisis), pero todo lo que sobra de lugares comunes y estereotipos se extraña en términos de ironía, mordacidad e inteligencia.