Odio leer críticas y notas, e informes, no crónicas, claro, escritas en primera persona o que incluyen a quien redacta. Las detesto. Pero me es inevitable comenzar estas anotaciones sobre esta película diciendo que fui al cine con muchos prejuicios.
Prejuicios por su director, por el arte que han utilizado para promocionarla, y porque siempre, siempre, hay algo del entorno propio del periodismo dedicado al cine que termina afectando la mirada previa o posterior.
La crítica es un arte subjetivo. Amo leer buenos textos, que fluyen, que comparten mi mirada, pero también los que no. Y cuando de juzgar una película se trata, no hay nada mejor que entregarse a la magia de la sala a oscuras y acompañar la magia que se genera durante la proyección.
Vi “Más respeto que soy tu madre”, la adaptación de la novela de Hernán Casciari, que ya llegó al teatro de la mano de Antonio Gasalla y que ahora Marcos Carnevale con un elenco encabezado por Florencia Peña y Diego Peretti llega al cine.
Con “Esperando la carroza” como norte, pero un rumbo completamente diferente, la propuesta se sumerge en la historia de Mirta (Peña), una mujer que ha postergado sus sueños, expectativas, y vida, por su familia.
Cuando el abuelo del clan (Peretti) es internado de urgencia, la familia decidirá cumplir con uno de sus últimos deseos, pasar el fin de año de cambio de siglo en la pizzería que el nono regentea y que supo del éxito pero que ahora se ha convertido en una ruina.
El afán de acompañarlo, trazará una poderosa historia de transformación, donde el grotesco y el trazo grueso, pero, también, el amor y realzar la familia como el punto más importante para la vida de una persona.
Florencia Peña brilla como Mirta, una mujer que se transforma y empodera, secundada por un increíble grupo de actores entre los que se destaca Guillermo Arengo como “el gordo”, un hombre que dio un paso al costado.
Marcos Carnevale lleva a buen puerto el relato, logrando una entrañable historia, con mucho humor, sobre la identidad y también sobre la infancia, esa patria a la que siempre volvemos, y que al probar un trozo de pizza nos une una vez más a nuestro pasado y emociones.