Han sido muy fuertes las décadas del ‘70 y del ‘80 en materia de cine de terror. Hubo muy buenos exponentes, pero en el género comenzó a suceder que los personajes a temer se “comían” el guión y pasaban a ser más importantes. Villanos como Jason con todas las “Martes 13”, Michael Myers con todas las “Halloween”, y Freddy Krueger con las “Pesadilla en lo profundo de la noche” son algunos de los exponentes. Sagas interminables en las cuales se buscaba mucha sangre producida por muertes insólitas, luego de persecuciones aún más insólitas. Así se construyó el género como industria, con el juego del gato y el ratón, sumado a historias de asesinos de pasado sórdido que una vez conocido por el espectador cerraba el círculo argumental y justificaba las crueles matanzas. Claro, la literatura era cada vez más endeble, y así asistimos a funciones en donde Jason iba al espacio, por ejemplo. En pocas palabras, se fueron de mambo.
Por cierto, estos asesinos jamás morían. Tenían el síndrome de Terminator. Les daban y les daban, pero volvían a la vida para seguir mutilando cuerpos, por lo general de chicas y chicos jóvenes que así comenzaban la carrera de actuación en Hollywoo,. muriendo en alguna de terror ochentoso, pregúntenle si no a Jamie Lee curtis, Kevin Bacon o Crispin Glover.
Otro de estos terribles asesinos era Leatherface (cara de cuero) que apareció en “La masacre de Texas” (1974), de Tobe Hooper. El loquito iba vestido con una máscara hecha de piel y una motosierra para cercenar cuanta extremidad humana encontrara por ahí y así darle de comer a su familia caníbal. Un encanto de tipo. Por supuesto que esta brutalidad vista en 1974 le paró el corazón a más de uno. “La masacre de Texas” fue prohibida en varios países por su violencia extrema y el terror que provocaba. Hoy, claro, no asusta a nadie, lo cual me lleva a las preguntas: ¿por qué y para qué hicieron “Masacre de Texas: Herencia maldita”? La fórmula aplicada es exactamente la misma, pero con cámaras digitales y quizás mejores efectos. Levanta el argumento de hace casi cuarenta años y lo continúa desde allí. Luego hay una elipsis y nos situamos 20 años después de los acontecimientos de la original. Vemos a Heather (Alexandra Daddario) recibir en herencia esta casa infernal. Digamos que es el último orejón del tarro de la familia Sawyer, como la actriz es increíblemente bella uno se pregunta a quién habrá salido, porque, créame, nadie de los Sawyer vistos en los ‘70 tiene esos genes. Ella y sus amigos van a la casa que dejó la abuela a ver qué onda presenta, aunque parece no estar tan deshabitada. El sheriff (y todo el pueblo), de poca simpatía por esta familia; vaya a saber por qué, anda husmeando todo el tiempo. Algo va a pasar. Todo aquello que el espectador sospeche, va a pasar sin vueltas de tuerca ni sorpresa. Igual que en 1974, sólo que en esa época, funcionaba bien.