Alexandra Daddario, la joven protagonista de Texas Chainsaw 3D, tiene 27 años. Enfatizo la edad porque el cine nos ha enseñado que actrices más grandes perfectamente pueden interpretar a adolescentes o jóvenes adultas. Para seguir el juego propongamos todo lo contrario, que esta bella muchacha de 27 años se ponga en la piel de una mujer madura de 40 años pero sin ningún tipo de maquillaje. ¿Sería posible? Desde luego que no, pero algo así proponen los realizadores de esta nueva Masacre de Texas, que retoma la acción ni bien finaliza la primera -1974, se aclara-, cuando Heather era apenas una bebé.
Para que la idea tuviera algún tipo de lógica, la película tendría que estar ambientada, como mucho, a comienzos de la década del 2000. No sería difícil de lograr, porque con una ambientación en casas antiguas, en un pueblo tejano donde todavía se usa sombrero de vaquero y en el que el principal antagonista emplea como arma una motosierra, sería fácilmente transportable a casi 15 años atrás. De esta forma tendría sentido también que el sheriff del lugar o el alcalde, hombres maduros en los eventos que se recrean de la primera parte, tengan la edad y cargos que tienen, y no los 80 años que deberían tener. Es la pereza total y absoluta la que justifica que este tipo de absurdos tengan lugar. Una única escena es indicadora de temporalidad, cuando un oficial de policía transmite en vivo y en directo a través de su iPhone lo que ocurre. ¿Hacía falta ceder la coherencia de una película completa sólo para utilizar ese recurso burdo?
Del mismo modo habría que preguntarse el motivo por el cual incluir un amorío entre el novio de la protagonista y la mejor amiga de esta, dedicarle algunas escenas para desarrollarlo, finalmente concretar el acto y que, después de todo, la engañada nunca se entere del engaño. ¿Era para la platea? ¿Querían mostrar que Tanya Raymonde tenía algo más para ofrecer que lo que se veía en Lost? Se supondría que tratándose de una producción de enorme presupuesto, en comparación a la película que con mínimos recursos financieros ayudó a fundar el slasher, habría un cuidado mayor en no cometer estos descuidos, a sabiendas de que las opiniones negativas están al caer por ser de movida una secuela innecesaria.
Si de alguna forma se logra ignorar todo lo mencionado arriba y trabajar en torno a los aciertos de la película, podría destacarse que tuvo algunas ideas correctas que perdió de a poco. En los avances se escuchaba la apropiada The Beast in Me de Johnny Cash –cualquier cosa mejora por diez gracias a él- y se evidenciaba una vuelta a los orígenes. La misma es parcial, ya que si bien se abraza el concepto inaugural de Tobe Hooper, de a poco se lo va soltando para caer en los peores aspectos de la pornotortura actual. Siempre valoré la pureza de la de 1974 y esta en principio sigue sus pasos, de hecho recrea el tiempo de la primera con un comienzo que es lo más sólido de la película, pero acaba por desviarse hacia terrenos harto conocidos. Los jóvenes caen rápido, sin vueltas, y hasta hay una conversión de Leatherface en un anti-héroe víctima de su entorno. Poco y nada más logra salvarse de esta fallida producción una vez que entra en piloto automático y le exige a la audiencia que haga más y más concesiones. Probablemente sea mejor no pensar, sino acabarán inmersos en un loop de cuestionamientos sobre las decisiones del sheriff hacia el final, la revelación del joven policía -sin sentido para lo que acaba sucediendo-, la supervivencia del asesino de la motosierra por tres semanas sin que alguien le deje comida en la puerta y, lamentablemente, mucho más.