Hace un año o poco menos, los hermanos Diego y Pablo Levy presentaron un gran documental llamado Novias-Madrinas-15 años, sobre la empresa de su propia familia. Otra vez un poco “en familia”, los Levy hacen su primera ficción, la historia de un muchacho que quiere casarse, que ingresa a un mundo de pequeñas estafas nucleado en su querido auto Siam Di Tella, y a la amistad que entabla con un vagabundo que se le instala en el vehículo. Los Levy -aquí además Pablo es guionista y uno de los actores- aprenden la lección del cine americano: lo que nos causa risa no es lo que vemos sino cómo se lo interpreta. Y por una vez -por una milagrosa vez- en el cine argentino, el ensamble y la oportunidad para el remate cómico funcionan. Como sucede en cualquier buena comedia, la suma de pequeñas contravenciones al orden normal de las cosas lleva a una gran -posible- catástrofe en la que los protagonistas pasan a hacer malabares para que el mundo siga andando. Y en ese circo, los Levy se muestran eficaces ilusionistas, ajustados clowns.