Gasolero
La segunda película de la dupla de hermanos Levy, directores del documental Novias – Madrinas – 15 Años (de la que escuché excelentes referencias y que lamentablemente no pude ver) se llama Masterplan, y aunque tiene una interesante propuesta, resulta apenas de un humor escueto para la sonrisa leve, no mucho más. Pasemos a la historia.
Dos amigos, uno es un chanta de primera y cuñado de nuestro protagonista. Nuestro protagonista se llama Mariano y es un temeroso de la vida. El cuñado le propone a nuestro (anti)héroe un plan maestro, comprar con su tarjeta de crédito y fingir su robo. Mariano ante la inminencia de la mudanza con su novia acepta por comodidad e inercia, pero cuando llega el tiempo de hacer la denuncia comete el error de meter a su adorado Siam Di Tella en el medio, y ahora, el querido auto debe desaparecer.
La comedia maneja un tono apacible, y como su protagonista, resulta un tanto insustancial. Los gags no logran levantar vuelo propio a pesar de una historia donde se ve a los directores más que cómodos. Encarar el propio mundo para diseccionarlo como punto de partida es un acierto, también la simpática idea original, y al realizar un relato sin demasiadas pretensiones funciona con poco. La cuestión es que todo marcha a media máquina, sin acelerar, en una inercia complaciente.
La historia se va enredando con la aparición de un indigente que se pone a vivir en el auto abandonado (y del que Mariano no puede desprenderse emocionalmente), un personaje que remueve el letargo de la narración a través de un absurdo respetuoso y querible pero que se agota por repetición. Las idas y vueltas de la desaparición del auto, la falta de carácter de Mariano para con su novia y las situaciones que no logran hilvanarse del todo apenas alcanzan para esbozar un film incipiente, quizás algo apresurado, pero con algunas ideas válidas que pueden llegar a conformar una interesante visión personal.
Algunos momentos muestran que esas ideas pueden llegar a buen puerto. La cena con los suegros en el restaurant chino funciona como una viñeta particular, una mínima historia que se siente lugar común pero bien resuelto, otra es la aparición del agente de seguros interpretado de manera fantástica por Campi, asfixiante con pocos elementos. Es en esas situaciones donde se puede entender que a pesar de la película desinflada y cuidadosa que es Masterplan, hay que seguir el camino de los hermanos Levy, puede que haya algo interesante ahí.