Todo es un negocio
Se podría decir que en muchos aspectos Mátalos Suavemente (Killing Them Softly, 2012), el tercer opus del neozelandés Andrew Dominik, es una película tan atractiva como frustrante que administra de manera excepcional su ambigüedad narrativa y al mismo tiempo nos pone a prueba en tanto espectadores, en especial en lo referido a nuestros prejuicios para con los géneros en cuestión. Por momentos sumamente desabrida, la propuesta combina un desarrollo en el que confluyen el thriller de extrema violencia y la comedia negra sustentada en diálogos filosos y escenas prolongadas.
La anécdota central es mínima y funciona apenas como un catalizador para la posterior intervención de un buen número de personajes acordes a la coyuntura presentada: Johnny Amato (Vincent Curatola) contrata a Frankie (Scoot McNairy) y Russell (Ben Mendelsohn) para robar un antro de apuestas ilegales propiedad de Markie Trattman (Ray Liotta), bajo la suposición de que todos culparán al propio Markie, quien ya tiene historial de haberse “autoasaltado”. El atraco desencadena una crisis en la economía criminal de Nueva Orleans y genera mucha desconfianza entre los “clientes” del sector.
Así las cosas, un anónimo portavoz del gremio, interpretado por Richard Jenkins, trae a Jackie Cogan (Brad Pitt) para “hacer la limpieza” y reestablecer el orden con vistas a recuperar el flujo de dinero. Cogan, un sicario independiente que a su vez está reemplazando a Dillon (Sam Shepard), quien recibió una herida mortal, decide no sólo encontrar a los culpables sino también asesinar a Markie porque la “opinión pública” lo considera responsable. El susodicho en un principio intentará tercerizar parte del trabajo subcontratando a Mickey (James Gandolfini), aunque los eventos modificarán el plan.
Utilizando como contexto una suerte de oposición dialéctica entre Barack Obama y George W. Bush, pero relativizada en un mecanismo argumentativo que unifica ambas voces en tanto productos -no tan diferentes- de una nación asolada por la demagogia y el doble discurso, el director reincide en el tono abstraído, la polifonía estructural, los detalles etéreos y aquellos arrebatos esporádicos de realismo sucio que ya pudieron verse en las enajenadas Chopper (2000) y El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford (The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, 2007).
Quizás el único inconveniente lo hallamos en las múltiples modificaciones en lo que respecta a la acentuación dramática del convite, en ocasiones desparramando masa encefálica y en otros instantes exacerbando los intercambios existencialistas a puro slang callejero. Sin jamás llegar a la parodia o la superficialidad expositiva, Mátalos Suavemente es en esencia un film noir nihilista con un elenco extraordinario que nos conduce hacia un estado de permanente incomodidad, al cual explota convirtiendo al relato en una crítica explícita contra la obsesión social por el dinero y los “negocios”…