Las chicas solo quieren divertirse
No es una película de terror, tampoco es una estudiantina (aquel subgénero adolescente de universidades que tanto ha transitado el cine norteamericano). Matame por favor (2015) es ambas cosas y mas también, es el interesante registro ultra sensorial de las experiencias juveniles de un grupo de chicas que transita la adolescencia, aquel momento de la vida en el que la sangre y la muerte están mas cerca que nunca.
Difícil de catalogar es Matame por favor, tal vez por eso sea mas sencillo decir aquello que no es. En cuanto representación de la adolescencia, la película definitivamente no es una comedia romántica. La inocencia y el amor no aparecen en ningún fotograma del film, que tampoco intenta dar un registro realista de esa etapa particular de la vida. La manera, osada, atrevida e innovadora de la directora elige para narrar, es el hiperrealismo, con mucha estética posmoderna. Hay miradas a cámara que interpelan al espectador, ralentis y luces contrastadas que se prenden y apagan para trasmitir –junto con la envolvente música una experiencia al borde de la muerte.
Porque la historia parte de una serie de asesinatos que se producen en la localidad balnearia de Barra de Tijuca, al oeste de Rio de Janeiro en Brasil. La protagonista Bia (Valentina Herszage), experimenta el sexo con la misma curiosidad y desenfreno que la cercanía de los crímenes ocurridos. La sangre y la violencia son moneda corriente en su universo de celos, revolución hormonal y religión 2.0.
La estética publicitaria, con coreografías, fotos de selfies y números musicales del mensaje religioso a cargo de una suerte de “pastora evangelista”, circulan por el film insertados en el mismo universo en el que se desarrolla el relato. Cuestión que le da cierto aire surrealista a una historia que esta mas atenta a trasmitir sensaciones a flor de piel que a esclarecer los asesinatos.
De esta manera la directora Anita Rocha da Silveira logra una película original y novedosa, que mezcla el universo "teen" con la sangre y la violencia, pero no de forma trágica ni oscura sino con una batería de recursos que exceden lo cinematográfico y se amplia a las redes sociales, publicidad y televisión, para apelar a todos los sentidos en una propuesta tan extraña como única.