Una historia de denuncia social, deseo de justicia y venganza, Matar a Jesús ha sido como una mochila, y un acercamiento de la cineasta Laura Mora a un hecho de su vida personal.
Su padre, como el de la protagonista de esta coproducción colombiano argentina, fue asesinado por un sicario a balazos. Ella no lo presenció, como sí la estudiante de Bellas artes a quien le gusta tanto la fotografía que tiene la desgracia de contemplarlo.
Pero Mora lo vivió.
El padre de Paula es un profesor universitario que no calla, que pide a sus alumnos que no se conformen, que cuestionen. Termina acribillado y su hija, ante la inoperancia manifiesta de la Policía y la lentitud de la justicia colombiana, comienza a deambular por Medellín, en busca del asesino.
A partir de allí, la película va tomando distintos matices. Porque a la denuncia y la acusación de la realidad que la circunda, Mora (codirectora de la miniserie Pablo Escobar: El Patrón del mal) le agrega otra tonalidad al relato, con la relación que la hija de la víctima toma con el sicario.
De la violencia al sentimiento, y de nuevo al arrebato y la vehemencia del desenlace, en un espiral que parece no expirar, Matar a Jesús (el nombre del asesino) habla de la culpa, de si es posible la redención, de un lado y de otro, de la vida y la muerte, entre morosidad y elocuencia.