A sus 17 años, Emilia (Tamara Rocca) está en esa etapa en la que la inocencia adolescente y las tensiones de la adultez conviven no siempre con armonía. Es un momento de dudas, contradicciones, indefiniciones, curiosidades, tentaciones y pruebas en busca de algo parecido a la identidad.
La protagonista viaja a un pueblo perdido en medio de la selva misionera, justo en el límite con Brasil, donde no hay señal de celular, se habla portuñol, se escucha a los pastores evangélicos, y se instala en la posada de su tía Inés (Ana Brun), que alquila habitaciones a turistas y viajeros, pero cuyo equilibro emocional luce más que precario. Emilia está buscando a su hermano Mateo, que vivía en la zona pero ha desaparecido sin dejar rastro. Los vecinos -influidos por mitos y leyendas de la región- están convulsionados porque creen haber visto en la zona a una bestia -en verdad es el espíritu de un hombre malvado- que toma la forma de diferentes animales, en este caso de una suerte de buey gigante.
Al lugar van llegando distintas mujeres, desde una muchacha negra llamada Julieth (Julieth Micolta), que no tardará en encandilar a Emilia, hasta otras respresentantes de la familia de la protagonista, quebrada tras la reciente muerte de la madre.
Cuento de hadas con toques perversos y elementos propios del gótico, Matar a la bestia apuesta a un relato sugerente, a la construcción de climas y atmósferas, a la seducción y al erotismo, al misterio por sobre la trama, aspectos que en varios casos remiten -claro- al cine de Lucrecia Martel.
El trabajo con múltiples capas de sonido cortesía de Mercedes Gaviria Jaramillo y la excelente fotografía tanto en interiores como en la jungla a cargo de Constanza Sandoval son aportes fundamentales para que la película resulte subyugante tanto en lo sonoro como en lo visual, pero aquellas narraciones elípticas que tan bien funcionaban en sus cortos aquí se resienten un poco en un largometraje dominado por la deriva. Así y todo, Matar a la bestia no deja de ser un film lleno de riesgos, de búsquedas y, también, de unos cuantos hallazgos.