Esta fascinante opera prima de la realizadora argentina se centra en una chica que viaja a Misiones a buscar a su hermano y allí se encuentra con algunos peligrosas mitologías locales. En CABA se exhibirá exclusivamente en la Sala Lugones.
Estrenada mundialmente en el Festival de Toronto 2021, la opera prima en el largometraje de la directora que participó de la competencia oficial de Cannes con su corto MONSTRUO DIOS es una suerte de viaje al «corazón de la oscuridad» de una chica que, como el protagonista de aquella novela de Joseph Conrad, va más a encontrarse con sí misma que a otra cosa. Emilia (Tamara Rocca) viaja a una zona calurosa, rodeada de una selva oscura y polvorientos caminos de tierra roja, en Misiones, cerca de la frontera con Brasil. Acaba de morir su madre y va allá a buscar a su hermano Mateo, al que no ve hace mucho tiempo y desconoce su exacto paradero y situación.
En un viaje de exploración y de (auto) descubrimiento en el que está más en juego el futuro que el pasado, Emilia se instala en lo de su tía Inés (Ana Brun), un caserón señorial que supo tener cierta elegancia y ahora está un tanto venido a menos. Inés es una señora extraña, que vive atemorizada por una supuesta bestia que circula alrededor de la zona, y que oculta más cosas de lo que parece. En una película que apuesta por un tono onírico más que realista, San Martín va construyendo el recorrido de Emilia, que va de los miedos iniciales a la curiosidad posterior y de ahí a cierta liberación ligada a su sexualidad y a poder dejar de lado los terrores que la siguen desde lo que parecen ser oscuros traumas infantiles, en los que el mundo de su hermano pudo haber tenido algo que ver. En ese viaje se vuelve importante la presencia de Julieth (Julieth Micolta), una chica afrocaribeña que es la nueva huésped de la casa de su tía, y quien de algún modo la ayudará en ese viaje interior.
MATAR A LA BESTIA puede coquetear con el realismo en ciertos momentos, pero se mueve más en un espacio fantasmal, una suerte de David Lynch subtropical (o ciertos films de Claire Denis en escenarios africanos) en el que las imágenes muchas veces están compuestas como cuadros en movimiento, elegantemente fotografiados, y en las que los cuerpos transpirados, las miradas cargadas de deseo y las bocas de las actrices parecen expresar más que la historia. Si bien la trama no es del todo una excusa argumental (hay una implícita critica al machismo en ese conflicto inicial), San Martín la toma como disparador para centrarse en un grupo de mujeres que intentan liberarse de esa opresión tanto física como psicológica. «Tenés que alejarte de las personas que te causan dolor», le dice su tía, que también abandonó el tronco de esa entelequia que alguna vez supo ser su familia.
La película transcurre entre noches calurosas, en bosques iluminados con linternas a la búsqueda de un monstruo que quizás sea más psicológico que mitológico y está repleta de elegantes planos que convierten a todo lo que se ve en una suerte de paraíso/infierno de 40 grados a la sombra en el que parece existir un subterráneo combate entre sexos, entre fuerzas opuestas. Se puede leer como una lucha por la liberación sexual en un paraje reprimido y religioso pero que también es muy hipócrita en ese sentido. No es casual, de hecho, que en un momento las tres mujeres escuchen y hasta bailen un «Ave María» con ritmo de música disco.
Más allá de que algunas metáforas pueden ser un tanto directas, MATAR A LA BESTIA es una de las películas más intrigantes, misteriosas y seductoras del cine argentino reciente. Tiene similitudes con ESE FIN DE SEMANA, de Mara Pescio, película que trabaja temas parecidos en esos mismos escenarios, o hasta LOS VAGOS, de Gustavo Biazzi (todas, de hecho, comparten el mismo coproductor misionero, Santiago Carabante), de características similares: sexo, juventud, deseo, escenas de machismo implícito y explícito. La de San Martín es una crítica a un sistema patriarcal que funciona a través del miedo y del terror, y que solo parece permitir algún tipo de liberación cuando los personajes se atreven a enfrentar a ese «monstruo» que las acecha y no las deja dormir por las noches.