Había una vez -y hay que comenzar así- un chica de 17 años en un lugar cercano de lo salvaje, en busca de un hermano perdido. Hay, en ese lugar, en pleno siglo XXI, la rémora o la supervivencia de algo larval y tradicional, algo antiguo: mitos sobre un mal hombre o su espíritu, una bestia que encarna en diferentes animales. Nuestra protagonista está en medio de las tensiones de su edad, especialmente las eróticas. Y lo que se construye es un relato entre el cuento de hadas y el terror, aunque aquí importa más el clima inquietante entre lo inocente y lo perverso que va tejiendo la realizadora Agustina San Martín, que a veces cae en algún simbolismo un poco ramplón pero en ningún momento deja de llevar las riendas no solo de lo que quiere narrar sino, sobre todo, de lo que desea mostrar. El film es bastante más de lo que aparenta y tiene la gran ventaja (escasa en estos tiempos en el cine argentino) de no ceder a la tentación de señalar con el dedo.