Después de su sorprendente “Clementina” la directora Jimena Monteoliva vuelve a apostar al terror, con el mismo guionista Diego Fleischer. Esta vez con una historia familiar atravesada por la pesadilla de la muerte y la desaparición. Los que quedaron del lado del paraíso, la casa familiar habitada por el hermano , con su familia, un médico respetado, y alguien, la protagonista que, secuestrada cuando fue una niña, regresa del infierno portando un virus, asustada y temerosa. El acierto fundamental es que se hablan de miedos y horrores conocidos, esos que nos habitan desde siempre, de terrores infantiles que perduran, de niñas que ya no vuelven, de asesinatos sin resolver, de lo oscuro que se alimenta de esos mismos abismos tan temidos. Y tan conocidos. El mal puede ser algo tan palpable como los años de plomo que vivimos, la trata, la impunidad. Aquí están muy presentes aunque haya una bruja, niñas que son utilizadas para extraer una droga que mantiene al mundo oscuro, maldiciones y animales mitológicos. Y una fuerza invencible, que va desde el inquebrantable afecto de hermanos al empoderamiento de la heroína. Bien lograda, el filme mantiene la tensión, nunca decae. La realización de vestuario y ambientación en el mundo luminoso es un acierto, en contraposición a los sucio, cavernoso y teatral. Muy bien los actores, Luis Machin, Guillermo Pfening y Justina Bustos.