¿Hasta que la muerte nos separe?
El matrimonio y el cine tienen una relación de larga data. Desde el drama a la comedia se pueden nombrar una importante lista de films que dedican sus historias a esta famosa institución. Matrimonio (2011) es una más de ellas y lo hace desde un tono mayormente intimista, tratando de penetrar en la profundidad de sus personajes, y mostrando ese péndulo que va de lo interior a lo exterior, como si de la búsqueda de una verdad se tratase.
¿Qué pasa después de veinte años de matrimonio? Esteban (Dario Grandinetti) y Molly (Cecilia Roth) parecen estar viviendo en el limbo en el que los deja dicha pregunta. Esteban es un creativo publicitario y Molly compositora musical, pero el bloqueo que padecen ambos en sus vidas cotidianas por la crisis de su relación acapara sus mundos. Esteban lo manifiesta a través de charlas con el psicólogo o con una inesperada borrachera. Por su parte, Molly, en un estado depresivo que no la deja salir de la cama, pide ayuda a su amiga médica para que le “diagnostique” sus ataques de pánico. El posible o imposible momento del (re)encuentro entre ellos dos es la gran incógnita que abre el film.
Matrimonio habla mayormente de sentimientos: de duda, de culpa, de miedo, de amor. Pero también de la incomunicación que padece la pareja frente a la duda sobre su continuidad. Por eso Molly y Esteban casi no aparecen juntos en el film, y apenas pueden coincidir en un mismo plano. En este sentido, el director consigue que la manera de encarar el relato refleje gran parte de ese gran desencuentro que viven los personajes. Frecuentan los mismos lugares pero no se cruzan, se llaman por teléfono pero no se atienden y apenas consiguen cruzar una mirada. Una hija en el exterior pareciera ser lo que todavía los mantiene juntos, aunque nunca se termina aclarar que el deseo y el amor estén apagados por completo.
La película de Carlos M. Jaureguialzo tiene puntos a favor: el planteo sobre la crisis de los matrimonios desplegados a través de la reflexión y la emoción promueven un clima sensible que claramente se necesita en una historia como esta, sin caer en un dramatismo excesivo que desentonaría con la totalidad. Fuera de este aire intimista la película tiene escenas que resultan un tanto forzadas cuando pretende seguir a los personajes en su modo errático de andar por la vida y relacionarse con otra gente. Hay episodios un poco inverosímiles y hasta diálogos que, si bien buscan alejarse del drama, no resultan del todo eficaces.
La fortaleza del film reside en su determinación en el planteo. ¿Todavía existe el amor después de tantos años? ¿Es la separación una posibilidad? Estas preguntas, si bien no explicitadas, acosan a Molly y Esteban durante toda la película. Y ante la falta de respuestas a grandes preguntas, aparece la ficción.