Tras casi dos décadas, Lana Wachowski nos invita a volver a la Matrix. ¿Vale la pena emprender el viaje de regreso?
Sintomático del congestionamiento de “tanques” que está volviendo a sentirse con la normalización de la cartelera, hace solo unos días se estrenó la última del Hombre Araña, desatando una verdadera “spidermanía” en las redes sociales, y en la taquilla también. Personalmente, me tomó por sorpresa esa impresionante ola de nostalgia, porque nunca pensé que existía tal cosa para Spider-Man de Raimi. Para mí, milenial hasta el tuétano, la posta siempre fue Matrix, que también está de regreso, con una cuarta parte subtitulada Resurrections.
¿Cómo volver a la Matrix? La primera hizo época como pocas películas llegan a hacerlo, un verdadero clásico del cine que sentó las bases de una estética, un estilo, un sonido que dominarían los 2000, en la pantalla y más allá. Las dos secuelas, Reloaded y Revolutions, recaudaron fortuna, pero fueron tibiamente recibidas, tanto por la crítica como por el público. Así, el prospecto de The Matrix: Resurrections corre el riesgo de quedar atrapada entre la irrepetible iconicidad de la primera y el fantasma del fracaso crítico de la segunda y la tercera.
Un posible camino para la nueva historia podría ser abrazar ese carácter tan meta que caracterizó a la Matrix original, y presentar una secuela/reboot que sabe lo que es, que lo viste con un guiño irónico. O, quizás, sería mejor una aproximación más seria, a “cara de perro” (la saga siempre lo fue), optando por avanzar full ciencia ficción full secuela expandiendo el mundo con enrevesadas explicaciones acerca de precisamente cómo Neo (Keanu Reeves) y Trinity (Carrie Ann Moss) vuelven a la vida y a nuestra pantalla.
Bueno, The Matrix: Resurrections no se decide entre una y otra, sino que hace ambas, y las balancea muy bien.
Durante el primer acto, como puede entreverse en los tráilers, el punto de partida vuelve a ser un Thomas Anderson al que le han pasado los años y sigue igual de alienado. Un informático exitoso pero infeliz, que toma café mientras admira a la distancia a una mujer que se parece mucho a Trinity. Entonces baja desde la cima de la empresa un pedido que prende la mecha de la trama y arroja la salud mental del programador por la ventana: debe realizar una continuación a su trilogía de videojuegos The Matrix. Obviamente, sigue una avalancha de metacomentarios irónicos acerca de la naturaleza de las secuelas, la industria de los videojuegos y el estado del arte en el capitalismo tardío del siglo XXI.
Pero durante el segundo acto, cuando llegamos al nudo, también se nos muestra como el “mundo real” cambió gracias al sacrifico de Neo y Trinity al final de Revolutions. Nuevos desarrollos tecnológicos y alianzas inesperadas se tejen en las ciudades humanas, demostrando que el tiempo no solo pasó para nosotros, sino también dentro de la ficción, sintiéndose así este un mundo vivo.
Matrix-Resurrections-Trailer-Breakdown-
De hecho, podría decirse que el paso del tiempo es el gran tema de The Matrix: Resurrections. Y, como alguien adulto que vuelve a ponerse las ropas que uso de joven, la secuela las viste de manera más madura. Antes que nada, permitiéndose reírse de sí misma, con un sentido del humor autoreflexivo mucho más prevalente que en las entregas anteriores. Marca del que aprendió a no tomarse tan en serio a sí mismo.
Esta nueva Matrix, más que ninguna de las anteriores, es una historia de amor. La madurez también se expresa en la intimidad de la relación entre Neo y Trinity, que por momentos aparece desnuda de las luces de colores de la ciencia ficción. En primer plano, la cámara se detiene en sus caras y las marcas del paso del tiempo que las surcan. Antes que ese “CGI rejuvenecedor” que está de moda, Lana Wachowski filma con iluminación plena la piel arrugada de sus actores como la última prueba de cuánta agua ha pasado bajo el puente desde la última vez que los vimos.
El pasado está presente constantemente en The Matrix: Resurrections. No solo como referencias habladas y guiños a diálogos célebres, sino como citas visuales constantes, fotogramas de las entregas anteriores insertados en medio del metraje nuevo. En una escena que recrea a otra, la original aparece proyectada contra la pared como si de una instalación de arte se tratase. Si quienes hacen la nueva Matrix no pueden escapar del pasado, entonces los espectadores no podrán tampoco.
Estos injertos de secuelas pasadas le otorgan una interesante textura a la película, aunque también develan lo que quizás menos me gustó de ella. Mientras las primeras hacen gala de una estética fuerte, con una fotografía tiznada de azul o verde, aquí la filmación en 4K crocante y muy iluminado se siente cuasi documental. Una decisión deliberada que tomaron la directora y su director de fotografía, John Toll, y cuya apuesta artística de momento me elude.
The Matrix: Resurrections
En ese sentido, si bien The Matrix: Resurrections viste elegantemente su existencia como una secuela realizada más de veinte años después de la original, no ofrece visualmente nada tan renovador o revolucionario como aquel film de 1999. Y, quizás, nunca podría hacerlo. Como se pregunta socarronamente un personaje dentro de la película “¿Cómo superar aquel tiempo bala?”. Por esto que no se entienda que la acción no se ve muy bien o mal coreografiada, ni que los diseños de escenarios, indumentaria y máquinas ya no son cool. Simplemente no hay nada que rompa o trascienda los estándares del cine de acción contemporano (que, de hecho, lo tiene a mismo Keanu como John Wick en la vanguardia), como hizo la original.
De lo nuevo, destaco a Jessica Henwick como Bugs, a quien ya conocimos por Iron Fist, en un rol que debería catapultarla a un escalón más alto de fama si es que los productores de Hollywood tienen ojos en la cara. También celebro la reincidencia de buena parte del elenco de Sense8, seria creada por las Wachowski y J. Michael Straczynski para Netflix, cuya vida fue terminada demasiado temprano. De hecho, hay mucho nombre conocido para aquellos embebidos en la filmografía de las hermanas. Por ejemplo, colaboradores que fueron de la partida en Cloud Atlas, otra joya incomprendida que el tiempo debería poner en su lugar, como Tom Tykwer, aquí co-compositor de la banda sonora, y David Mitchell, escritor de la novela original.
Sobre el final, entra en foco una vocación revisionista que atraviesa toda The Matrix: Resurrections que, si los últimos años de la cultura pop son evidencia de algo, estoy seguro probará controversial con parte del fandom, y deja abierta la puerta necesariamente para más. Lo cual podría leerse con cinismo, como hacen los mismos personajes dentro de la película. Pero también con cierta cuota de confianza ganada durante más de dos horas en las cuales Wachowski y su equipo logró quedarse con el pan y con la torta, reírse de la existencia de un reboot y además hacerlo bastante bien.
Quizás, es cierto, para terminar de sumergirse plenamente en la propuesta de Resurrections haya que ser un poco indulgente para con el mundo y su planteo, la desbordante imaginación de la directora y su salto entre lo irónico y lo serio, el chascarrillo autoinflingido y la parla pseudocientífica futurista. Pero, para ser sincero, yo me tomé la pastilla roja hace muchos años.