Matrix Resurrecciones: Deja Vú eterno
Volver a entrar en la madriguera del conejo
Lo dijo Joaquín Sabina “al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”. Thomas Anderson desoye esto y vuelve a tomar la pastilla roja en la cuarta parte de Matrix.
¿De qué va?
En Matrix Resurrecciones, regresa a un mundo de dos realidades: una, la vida cotidiana; la otra, lo que hay detrás. Para descubrir si su realidad es una construcción física o mental, para conocerse verdaderamente a sí mismo, el Sr. Anderson tendrá que elegir por seguir al conejo blanco una vez más. Y si Thomas… Neo… ha aprendido algo, es que la elección, aunque es una ilusión, sigue siendo la única forma de salir o entrar en la Matrix. Por supuesto, Neo ya sabe lo que tiene que hacer. Pero lo que aún no sabe es que la Matrix es más fuerte, más segura y más peligrosa que nunca. Déjà Vu.
Luego de más de veinte años, volvemos a la Matrix. A ese lugar que modificó para siempre el cine de entretenimiento occidental, la película que durante años vivió en el futuro. Y con una de sus directoras originales (Lana Wachowski) en la silla principal, es momento de comprobar si está o no a la altura.
La segunda y tercera parte buscaban meterse más y más en los conceptos del lado de la programación. Y así arranca esta segunda parte, con un modal (una instancia que no se encuentra “productiva / a la vista de todo el mundo” en un servidor) desde donde nace una nueva instancia de Morpheus, interpretado ahora por Yahya Abdul-Mateen II.
¿La verdad que descubrimos? Neo sigue vivo. Volvió a la fuente. Retornó a un mundo agridulce y repetitivo. Pero la Matrix no es igual a la que conocemos, es una nueva iteración más triste y melancólica. Y allí vive Thomas Anderson (Keanu Reeves) que ahora es un desarrollador de videojuegos con un gran éxito hace años: la trilogía de The Matrix.
El primer acto (algo extenso) repite los tropos de la primera parte de la trilogía original, pero haciéndolo de manera consciente. TODO EL PRIMER ACTO ES UNA GRAN PARODIA: se hacen chistes constantes que rompen la cuarta pared, se habla de Warner intentando hacer una cuarta parte del juego aunque sus creadores originales quieran o no, se oficializa la mercadotecnia alrededor del MKT de la marca de Matrix… es sin dudas la parte más divertida en donde no sabemos si Thomas está demente o no.
Luego, esa autoconsciencia se pone algo burda (mostrando fragmentos de la trilogía original en las paredes) y todo se va perdiendo mientras entendemos de qué va esto: es una historia de amor. No es nada más y nada menos que ello: la búsqueda de Neo por Trinity (Carrie-Anne Moss). Ellos se viven encontrando en esta nueva Matrix (dato de color: quien hace de marido de ella es el director de John Wick) y luego de ser despertado, Romeo quiere salvar a su Julieta.
Entre el segundo y tercer acto (claramente inferiores al primero) se cae en una suerte de confusión general basada en ciertas arbitrariedades del guion. Personajes que regresan pero en otra carne, otros que sufrieron el paso del tiempo, nuevas reglas en la guerra entre máquinas y humanos… ¿pero donde está el gran problema? Matrix Resurrecciones no innova en nada.
Ni gráficamente, ni a nivel de ideas de guion, esta nueva entrega se traiciona a sí misma al no hacerse cargo de su legado: Matrix es algo que sorprende siempre.
Neal Patrick Harris y Jonathan Groff están muy correctos en sus papeles a pesar de estar algo atados a lo que pida la historia.
Volver siempre es complicado, más luego de tantos años. Pero desmotiva no ver a Neo peleando (luego de verlo brillar como Wick), tan poca participación de Trinity, tan repetitivo y arbitrario todo a nivel relato… capaz todo es una suerte de profecía autocumplida en donde si Lana no la dirigía alguien más lo iba a ser, le guste o no.