Existe una especie de imposición propia que sufren los blockbusters en nuestros tiempos. El famoso “contenido”, cada vez cuenta con menos hallazgos que se destaquen por contar historias con recursos narrativos y cinematográficos arriesgados. Marvel, DC, Star Wars, Rápidos y Furiosos, cualquier película de Dwayne Johnson, entre otras, tienen algo en común, todas se parecen. Mismos enfoques, mismos planos, mismas estructuras narrativas. The Matrix Resurrections critica y expone este establishment. Esta vez, en forma de sátira.
Tras The Matrix Revolutions (2003) parecía que este universo no daba para más, sin embargo, como lo dice literal y directamente esta última entrega, Warner Bros pedía un nuevo capítulo. Para no andar en pequeñeces, Lana Wachowski decidió poner toda la carne al asador, tanto lo bueno que hizo a la primera película memorable, como los pasos dudosos que tomó la trilogía. Por ello es muy importante, para el disfrute completo, volver a visitar las anteriores cintas.
Esta nueva entrega muestra a Thomas Anderson viviendo en la Matrix sin ser consciente de todo su pasado. Tras lo eventos de la ultima película, este fue inducido otra vez al mundo ficticio. No queda del todo claro, pero Morfeo, esta vez interpretado por Yahya Abdul-Mateen II, junto a una comandante de la nueva sociedad de Zion llamada Bugs (Jessica Henwick) dan con su paradero y deciden rescatarlo. En ese mundo también esta Trinity que padece de la misma amnesia, pero no le ha ido tan mal pues a formado una familia.
El resultado de esta cinta es de pequeños momentos disfrutables con grandes escenas de acción de Kung Fu, un excesivo y exquisito uso del bullet time, buenos momentos de humor y mucha sátira que expone el lamentable panorama que sufre el entretenimiento, dentro de una trama bastante olvidable. Es una cinta que trae nuevas cosas, pero independientemente no funciona. De no existir no pasaría nada. Sin embargo, es reconfortante saber que todavía hay películas comerciales que prefieren crear una prosa propia a guiarse en lo que funciona en el mercado.
Varias de las mejores películas que existen suelen tener en común el hecho de que están fundamentadas en temas que en un futuro se hacen tangibles para la sociedad. Véase por ejemplo Carrie de Brian De Palma, una obra de 1976 que adelantada a su tiempo empezaba a mostrar el bullying que se estaba generando en las escuelas americanas. Matrix de 1999, no solo fue revolucionaria en su momento por los efectos especiales, sino que empezó a señalar las consecuencias en la sociedad que tendría la dependencia a la conexión. Cabe destacar que este film vuelve a traer el tema a la mesa. Criticando a su vez al aferro hacia la nostalgia, usando la misma nostalgia.