El poder del amor
Neo vive una vida normal y corriente en San Francisco mientras su terapeuta le prescribe pastillas azules. Hasta que Morfeo le ofrece la pastilla roja y vuelve a abrir su mente al mundo de Matrix.
Presenciando los sucesos de aquel inicio que desató todo, Bugs (Jessica Henwick) y Seq (Toby Onwumere) están convencidos de que la leyenda de la rebelión, el elegido Neo, sigue entre ellos.
En el otro lado de la Matrix, en donde un paraíso construido es la pantalla perfecta para las almas en pena, nos encontramos con Thomas Anderson (Keanu Reeves), un famoso diseñador de videojuegos reconocido por su mayor trabajo, The Matrix, el juego que revolucionó todo menos la tediosa rutina de su creador. Rompiendo la cuarta pared con referencias directas a la pasada trilogía de films, comprendemos que esas películas, acá videojuegos, no son más que producto de la ingeniosa cabeza creativa, que hoy vive ingiriendo unas curiosas pastillas azules recetadas por El Analista (Neil Patrick Harris), el psicólogo que lo ayuda a atravesar aquellas visiones disruptivas que Anderson sufre día y noche.
Pero el cruce de miradas con alguien que lo moviliza, sin saber que en el pasado combatieron hombro a hombro por la revolución de la humanidad, pone en jaque su visión del mundo que lo rodea, iniciando así, otra vez, un viaje hacia la reconstrucción de su propia memoria.
Sin más preámbulos, nos metemos en esta «nueva» aventura Wachowski que, por más que logre un deslumbrante apartado visual y sonoro, no logra correrse de la movida de secuelas nostálgicas que está tan de moda.
Más allá de la complejidad de la trama, que se encalla en diálogos explicativos que pecan de densos, el desarrollo de personajes no tiene algo que destaque más allá de lo que todos conocemos. El conflicto está puesto como una excusa para reunir a los favoritos Neo y Trinity, ya que no hay una guerra real que combatir, solo vestigios de respuestas inconclusas que dejaron aquellas secuelas allá por el 2003, de las cuales nadie pidió explicación alguna.
The Matrix Resurrections, Matrix Resurrecciones
Es así que, al pasar los minutos, nos olvidamos paulatinamente de ese detonante que puso en marcha el conflicto de la película, concentrándonos más en comprender qué nos quiere transmitir Lana con el planteamiento de su nuevo antagonista como sus ideales, para luego relajarnos en la butaca y disfrutar de esos efectos visuales que tan bien acostumbrados nos tiene.
– ¿Por qué estamos acá?
– No sé, pero mira cómo se pegan.
– Ah, sí, la buena Matrix…
Porque si de visuales se trata, es acá donde la frutilla del postre brilla, brindándonos un espectáculo de calidad. Desde el bullet time a misiles humanos cayendo desde los cielos, tanto las persecuciones como los combates son una delicia que nos lleva directo a esa Matrix de antaño, en donde los límites de la realidad se transforman en una puerta a lo inimaginable.
Aun así, en este mismo aspecto descansa también una de las contras del film. Alla por el ’99 presenciar Matrix y todo su Sci Fi Action Pack era toda una novedad. Tanto videojuegos como otros films se inspiraron en esas coreografías, para llevar a cabo sus propios mundos sin generar algo siquiera parecido. Hoy, 22 años después del primer film, y habiendo en el medio un sin fin incalculable de medios audiovisuales que exploraron, para bien o para mal, diversas formas de hacernos sentir el frenesí de la acción desmedida, es que Resurrections termina apoyándose en estas sucesoras de su propio legado. Es así que vemos secuencias que nos hacen acordar desde Snowpiercer hasta World War Z, haciendo que la originalidad del film descanse, más que nada, en su ejecución más que en sus ideas. ¿Está mal? Para nada, el que me lee sabe que soy partidario más del cómo que del qué, pero es consecuente esta revisión para comprender hasta donde puede llevarse y explotarse una idea, sin que esta pierda legitimidad y se termine transformando en un hijo bastardo que nadie pidió.
The Matrix Resurrections, Matrix Resurrecciones
Lejos de ser un film que defraude o perezca en sus fallos, The Matrix Resurrections nos regala momentos muy ricos entre sus personajes, recordando que el Génesis de toda esta rebelión contra las máquinas descansa en lo más profundo del ser humano; el amor hacia el otro, y el cómo ese amor nos hace sacar lo mejor de nosotros. En este caso, lo «mejor» es quebrantar una realidad digital para frenar balas y desviar misiles, pero comprenden la metáfora.
Para terminar, y sin hacer demasiado ademán en el tema ya que me extendería demasiado, es hora de replantearse hasta dónde la nostalgia por ver un mundo ya recorrido puede llegar a crear solo excusas narrativas que secan un árbol que antes dio frutos, pero que ahora solo nos brinda una corteza marchita, sin gusto más que a cartón seco y uniforme.