Los juegos de la guerra
El uso de drones e imágenes satelitales permitió limitar la guerra “cuerpo a cuerpo” para transformarla en un conflicto a distancia, operado cual videogame desde una lejana oficina. Ese es el punto de partida de este valioso, provocativo y cuestionador film del director de Gattaca también protagonizado por Ethan Hawke, quien interpreta a un ex piloto de la fuerza aérea que añora el combate y se sumerge en un conflicto íntimo y moral cuando recibe las órdenes de apretar el botón y aniquilar al enemigo sin que a nadie parezca importarle demasiado los daños colaterales.
“Good Kill” no es sólo el título original de la película sino también la frase que repiten los operadores cuando el misil que acaban de lanzar da en el blanco previsto y arrasa con los enemigos de turno. Pueden ser talibanes, miembros de Al-Qaeda ubicados en Afganistán, Pakistán o Yemen, pero también -si la mala suerte aparece- algún niño que cruzaba por el lugar.
Las órdenes provienen desde el centro de la CIA en Langley, Virginia, pero los encargados de disparar están en unos cubículos ubicados en las afueras de Las Vegas. En uno de ellos transcurre la jornada laboral de Tom Egan (un contenido y eficaz Ethan Hawke, con algo del Tom Cruise de Top Gun, pero cada vez más parecido a Harrison Ford, como bien indicó un crítico de The New York Times).
Tom es un ex piloto (las misiones tripuladas han sido reemplazadas por los drones) que ahora sólo tiene que cumplir la tarea “burocrática” de apuntar y disparar desde ese lugar ubicado a pocos kilómetros de su casa. Por la noche, después de haber matado a unos cuantos talibanes, vuelve al hogar, donde lo esperan su bella esposa Molly (January Jones) y sus dos hijos.
Claro que Tom no la pasa nada bien. Angustiado por su trabajo, escindido entre el deber profesional y los cuestionamientos morales, empieza a estar cada vez más ausente... incluso cuando está presente. Y bebe. Mucho. Y añora el riesgo de volar, la adrenalina de combatir en territorio enemigo. Es que la guerra moderna se ha convertido casi en un juego de niños (es muy buena la idea de que los futuros soldados serán los jóvenes gamers actuales).
Si bien hay algo ya bastante transitado en cuanto a los conflictos humanos en el frente interno (el personaje de Hawke tiene varios elementos en común con el de Bradley Cooper en Francotirador, de Clint Eastwood), el irregular director de Gattaca, Simone, El señor de la guerra, El precio del mañana y La huésped construye aquí uno de sus mejores films, una propuesta honesta e inquietante basada en hechos reales, con una solidez formal e interpretativa a la que aportan, además de Hawke y Jones, Bruce Greenwood (el jefe del equipo) y Zoë Kravitz (su indignada compañera de tareas). Cine inteligente y cuestionador. No es poco, sobre todo viniendo de las entrañas de Hollywood.