La precisión de la historia
Dentro del conjunto de películas acerca de la lucha contra el terrorismo, cada vez más complejas, ‘Máxima precisión’ es menor pero inteligente.
El título en inglés de Máxima precisión es Good Kill. La traducción puede parecer sencilla (“Buen asesinato”) pero no refleja lo que significa realmente: “good kill” es lo que murmura Thomas Egan (Ethan Hawke) cada vez que logra matar a un objetivo en su pantalla, como si de un videojuego se tratara. Pero no es un videojuego, aunque lo parezca: Egan pilotea drones que matan seres humanos de verdad a 7 mil millas de su hogar confortable en Las Vegas.
Un poco a la manera de Francotirador, la película de Clint Eastwood, pero llevado al extremo: Egan no mata, como Chris Kyle, a una distancia de metros; está en la otra punta del planeta y sus víctimas son casi irreales. Pero también Andrew Niccol, el director, parece más obsesionado que Eastwood en subrayar las contradicciones morales de su héroe, y también introduce una capa de sentido acerca del progreso tecnológico y sus consecuencias, que sin dudas es su marca en el orillo.
Recordemos: Niccol fue el guionista de The Truman Show, su película debut fue Gattaca y también dirigió El señor de la guerra. Un mundo cuyos avances tecnológicos generan nuevos conflictos morales que no terminamos de saldar. Y Máxima precisión es un poco una síntesis de esas tres películas y quizás la más redonda y apasionante de Niccol.
Se extraña, eso sí, la potencia que podría haber tenido si además de apuntar a la angustia de Egan hubiera puesto sus fichas también en la tensión del combate. Es cierto que, por la naturaleza de su trabajo -en resumen: por no estar físicamente en el teatro de operaciones- la tensión posible se reduce bastante, pero esto es cine y el montaje puede hacer milagros. Hay algo de Vivir al límite y La noche más oscura -las últimas dos de Kathryn Bigelow- pero no les llega a los talones en cuanto a puesta en escena.
Máxima precisión es más que nada una película de guión, terreno en el que evidentemente Niccol se siente más cómodo. Hay algunos hallazgos de puesta, pero lo fascinante es la historia, los personajes -en particular el de Zoë Kravitz, la pilota compañera de Egan, más rebelde que él- y la relación de Egan con su familia, a la que intenta mantener al margen de su trabajo pero que, previsiblemente, termina por sufrir las consecuencias. (Algo de Francotirador también hay acá, pero es todo menos sutil, más claro.)
Si bien estamos en la “era de ISIS”, hace tiempo que en el cine y en la TV norteamericanos el tratamiento de la “guerra al terror” se ha complejizado. Además de todas las películas ya mencionadas, está la serie Homeland, y podemos recordar Samarra -como se conoció acá Redacted, la de Brian De Palma-, que en conjunto forman un “corpus” extraordinario que seguro algún estudiante ha tomado para alguna tesis. Dentro de ese panorama, Máxima precisión es una película menor pero inteligente, original y consciente de sus limitaciones y de sus virtudes.