Un dilema frío sobre la guerra
El mayor Thomas Egan (Ethan Hawke) fue un piloto de combate y arriesgó su vida sobre territorio afgano varias veces, pero ahora, instalado con su familia, está a cargo de una terminal y un drone que jositic en mano, le da un letal poder de fuego a miles de kilómetros de distancia.
El mayor Thomas Egan (Ethan Hawke) fue un piloto de combate y arriesgó su vida sobre territorio afgano varias veces, pero ahora, instalado con su familia, está a cargo de una terminal y un drone que jositic en mano, le da un letal poder de fuego a miles de kilómetros de distancia. A través de de cámaras e imágenes satelitales que identifican a los objetivos y además le dan una perspectiva de las muertes que causa y que incluso le permite cuantificar los "daños colaterales" –las víctimas inocentes que también son arrasadas por los misiles en Yemen, Afganistán, Pakistán- Egan intuye, sabe que hay algo profundamente inmoral en esas batallas sin poner el cuerpo, desde un búnker con aire acondicionado rodeado de otros militares más jóvenes , casi casi esos fanáticos de los videojuegos, gamers. que ni una vez tuvieron la experiencia del combate.
Y entonces el síndrome del combatiente se traslada a su hogar, a la ausencia como esposo y como padre a pesar de que está ahí, perdido, aferrado al alcohol y ajeno a su familia, con varios puntos de contacto con el especialista Chris Kyle de El francotirador.
Andrew Niccol, que como director es responsable de títulos como La huésped, El señor de la guerra y S1m0ne, entre otros, aborda el horror de la guerra desde un relato en donde la despersonalización del conflicto influye de manera bien personal en un individuo y fricciona con las órdenes que llegan desde el Pentágono o del cuartel general de la CIA, decisiones que llegan a un centro de operaciones en una no-ciudad como Las Vegas para ubicar y neutralizar objetivos, que muchas veces incluyen niños, familias y otras, rescatistas que acuden a ayudar luego de un primer impacto.
La película es un íntimo y convenientemente frío retrato sobre el dilema moral y ético de un combatiente, que cuestiona no solo la problemática casi burocrática y aséptica de matar a distancia, sino que objeta la política exterior de los Estados Unidos –tal vez de manera un tanto discursiva, dejando innecesariamente en claro que la propuesta se alinea con el discurso bienpensante, que en su accionar funciona como una fábrica de odio y resentimiento en buena parte del mundo.