En Máxima precisión el director Andrew Niccol volvió a trabajar junto a Ethan Hawke con quien filmó las dos mejores películas de su filmografía, como fueron Gattaca (1997) y El señor de la guerra (2005).
En los últimos años el cineasta se dedicó a realizar producciones más comerciales como El precio del mañana (2011) y The Host (2013) que no tuvieron gran repercusión en los cines.
Con este proyecto incursionó en el drama militar con una propuesta interesante.
La trama se centra en la tarea de los pilotos de drones que participan de combates sin tener un contacto directo con el enemigo. Una temática que no contaba con ningún antecedente en el cine.
Niccol presenta un gran trabajo a la hora de describir en detalle el trabajo de los pilotos de drones, que plantea varios dilemas morales por la cantidad de vidas inocentes que genera este estilo moderno de combate.
Un conflicto interno que enfrenta en la película el personaje de Ethan Hawke, quien es un piloto de aviones que se ve a obligado a matar gente por control remoto desde una oficina.
Lamentablemente Máxima precisión nunca llegar a trabajar ese tema con el mismo atractivo con el que Niccol abordó el tráfico de armas en El señor de la guerra.
La narración del film decae por completo cada vez que el director se aleja del conflicto principal para centrarse en una subtrama relacionadas con el matrimonio del protagonista.
Un conflicto tedioso que no hace otra cosa que desperdiciar a una buena actriz como January Jones, quien interpreta a la esposa de Hawke e hizo lo que pudo con un personaje limitado.
La película se luce en los aspectos técnicos y el modo en que se reconstruye los ataques de los drones, pero la historia no logra ser cautivante.
En parte también por el modo en que fueron desarrollados los personajes principales. El espectador sigue de cerca la rutina de la vida laboral del rol de Ethan Hawke pero nunca se llega a conocer a fondo al soldado que interpreta.
Por consiguiente, no se establece una conexión emocional con el protagonista y la película termina siendo un concepto interesante cuyo potencial nunca termina de ser explotado.
Máxima precisión no es para nada una mala producción de Andrew Niccol, pero al igual que sus últimos trabajos tampoco quedará en el recuerdo como lo más destacado de su carrera.