Máxima precisión

Crítica de Iván Gordín - Alta Peli

La muerte a un solo un click de distancia. Los drones y la contradicción de la tecnología al servicio de la guerra.

La llamada del deber

La psíquis del soldado americano ha sido ampliamente explorada en el cine moderno. Películas como The Hurt Locker o la muy reciente American Sniper son ejemplos que han profundizado en esta temática siempre tomando como contexto el mundo post 11/9/2001. Máxima Precisión continúa esta línea de largometrajes pero con la particularidad de nunca adentrarse en el campo de batalla. El último film de Andrew Niccol – guionista de Truman Show y director de Gattaca – narra la historia de Thomas Egan (Ethan Hawke), integrante de la fuerza aérea, cuya responsabilidad es manejar los U.A.V.s (Unmaned Aerial Vehicles), es decir, los comúnmente denominados Drones. Armas de destrucción controladas a distancia por un software emparentado con la lógica gamer. La vida del “piloto” que maneja estos bombarderos inteligentes es relativamente simple: se levanta a la mañana, desayuna unos cereales junto a su esposa (January Jones), maneja su Mustang a través de Las Vegas, mata a algunos musulmanes (algunos niños si es necesario) desde una base militar y retorna a su confortable refugio suburbano para descansar. Todo muy lindo si dejamos a las víctimas inocentes de lado, algo que el personaje de Ethan Hawke no parece tomar muy a la ligera.

El cuestionamiento a las políticas internacionales de Estados Unidos está muy claro en el guión; explícito en cada diálogo, en cada escena, en cada cliché. Desde la tensa operación antiterrorista donde un niño aparece súbitamente en un descampado, hasta las trilladas escenas de alcoholismo y autodestrucción con heavy metal de fondo. La culpa, la guerra injusta (si es que alguna vez una guerra fue justa), la amoralidad de las órdenes militares y la falta de comprensión humana atormentan a nuestro frágil protagonista y lo llevan por un camino de crisis cuasi existencial. Esa es la trama, y no mucho más, un panfleto bastante obvio de algunos flagelos hartamente conocidos. Todos los personajes son unidimensionales y resumidos en un montón de frases acartonadas sin ningún tipo de dimensión emocional. El coronel malhablado, la novata frágil y liberal, el marine retirado que quiere volver a ruedo; el marine derechoso que habla como cowboy y la esposa relegada a la soledad doméstica. La oportunidad de innovación en el relato es desperdiciada ya que el director se queda con la simplicidad de estos estereotipos en vez de ahondar en algunas problemáticas que apenas supo vislumbrar sobre la ficción y la tecnología en una sociedad violenta.

Paradójicamente, el mayor error de este film es el mayor acierto. Niccol, cineasta que supo brindar buenas dosis de originalidad en la narrativa, aquí no encuentra los recursos necesarios para sustentar el conflicto interno de los personajes y recurre a una aliteración de secuencias que se basan en momentos de suspenso relativamente entretenidos. Es decir, la guerra como entretenimiento cinematográfico, como si fuera un videojuego de estrategia militar. Dichas escenas, principalmente compuestas por un plano picado (hecho por computadora), dos actores y una explosión (también hecha por computadora) funcionan bastante bien y son prácticas para el moderado presupuesto con el que se tuvo que manejar la producción. Entonces, lo que se supone es un crítica se convierte justamente en aquello que intenta criticar. Justamente si la vida humana no debe ser tratada como si fuera un divertimento pixelado en una pantalla, por qué vanagloriarse sobre este mismo punto.

Conclusión

Máxima Precisión es un film que intenta ser revulsivo sin conseguirlo en ningún momento. Un cúmulo de lugares comunes sin mayor atractivo que unas pocas escenas de tensión tan correctas como su aspiración política.