Pantalla del mundo nuevo
Poco conocido por el gran público, el neozelandés Andrew Niccol es una de las personas más interesantes del cine de Hollywood. A mediados de los noventa, tras formarse en la industria publicitaria de Londres, presentó a un productor de la Paramount un guión acerca de un tipo al que le inventan una vida y que es registrado desde su nacimiento por las cámaras de un canal de televisión. El film se llamó The Truman Show, pero la multinacional –insegura con Niccol debido a su escaso oficio como director– prefirió dársela a su vecino, el experimentado australiano Peter Weir.
En el ínterin, el neozelandés hizo su debut con Gattaca (1997), otra utopía, en este caso sobre la manipulación genética en un mundo totalitario, que se instaló en el canon de la mejor sci-fi de la década. Mientras que en 2002, con Simone, Niccol se adelantó a los trucos de computadora e inventó el caso de una actriz que abandona el rodaje y es reemplazada por una convincente recreación digital. Y ahora con Máxima precisión, su sexto largo, se mete en la guerra teledirigida de drones norteamericanos en Medio Oriente. No es ciencia ficción, pero se le parece mucho.
El mayor Thomas Egan (Ethan Hawke) es relevado de sus misiones como piloto para integrar un selecto equipo que bombardea Afganistán desde la seguridad de una oficina a metros de su casa. Para sus vecinos y sobre todo para su mujer, Molly (January Jones), defender los intereses de su país a control remoto parece la ecuación perfecta. Pero Thomas no opina lo mismo. No sólo extraña la adrenalina de volar sino que al asesinato quirúrgico lo siente amoral, externo a la lógica del combate. Defraudado por los nuevos tiempos, su depresión empeora cuando ve que entre la joven camada no arriban soldados. Los reclutas son expertos gamers: la guerra se convirtió en un juego a distancia.
Vale entonces lo que dijo Niccol, tras estrenarse la película, respecto de que Máxima… nació de su percepción de que los Estados Unidos empezaron a percatarse del mundo, conscientes ahora de que el mundo los critica. Y su crítica es como el “subject” de su película, igual de quirúrgica.