La chatura es el virus.
Maze Runner: La Cura Mortal viene a culminar una saga que siempre prometió más de lo que estaba dispuesta a entregar. Quienes no leímos los libros de James Dashner -una trilogía a la que luego se le agregaron tres volúmenes más que expanden el universo distópico pergeñado por el autor- no sabíamos muy bien que esperar de sus adaptaciones fílmicas, aunque el detalle de haber mantenido siempre al mismo director (Wes Ball) se supone implicaría una mirada más o menos coherente y/o cohesionada en la forma de encarar la historia y los personajes. Por lo visto la 20th. Century Fox ha quedado completamente satisfecha con su trabajo y hasta cierto punto compartimos esa aprobación. Un aspecto destacable es que, con sus más y sus menos, el proyecto logró llevarse a cabo en su totalidad fortalecido por el notable éxito comercial de la primera entrega (Maze Runner: Correr o morir, 2013). Pensemos que con una temática afín existen otras sagas literarias que quedaron inconclusas en su traslado a la pantalla grande: El juego de Ender y La quinta ola, por citar un par de ejemplos, se quedaron en apenas el primer eslabón de la serie. Para la Lionsgate resultó particularmente frustrante lo acontecido con la trilogía Divergente/ Insurgente/ Leal ya que fue perdiendo el interés del público hasta que los catastróficos números en rojo del último capítulo selló el destino de una saga a la que le faltó un cierre (el guión adaptado de la novela Leal se había dividido en dos filmes). Posiblemente se concrete un telefilme para concluir la historia y luego se realizaría una serie de TV para la cadena de cable Starz aunque no está claro si participaría el elenco original; por lo pronto la actriz protagonista Shailene Woodley ha declarado que no será de la partida. Al margen de esta fatídica experiencia, casi todo Hollywood sigue apuntando sus cañones a lograr recrear el suceso de Los juegos del hambre (2012/2015). La tetralogía basada en la obra de Suzanne Collins sin lugar a duda se ha convertido en el caballito de batalla de este subgénero tan explotado en años recientes, y Maze Runner es uno de los tantos productos que han procurado no quedarse al margen de esta tendencia cinematográfica. ¿Con qué resultados? Bueno, eso ya depende del cristal con que se mire…
Tanto Correr o morir como su continuación Prueba de fuego (2015) superaron holgadamente las expectativas en cuanto a su tratamiento de la acción y el suspenso, pero se las percibió un tanto raquíticas en lo conceptual y/o argumental. Básicas, digamos. Los personajes se quedaban en la superficie y ninguno aspiraba a otra cosa que no sea un estereotipo. Con una intriga bien dosificada, especialmente en Correr o morir, estas limitaciones eran tan visibles como perdonables a la hora de hacer un balance general. Porque si hay algo en lo que la trilogía no falla -y por eso alabamos la mano del director Ball- es en su solidez narrativa y su valor como entretenimiento puro. La primera película tenía un tono más claustrofóbico al estar circunscripta prácticamente a un decorado único, los alrededores del tan mentado laberinto de la corporación CRUEL, mientras que en la secuela el guionista T.S. Nowlin multiplicó los escenarios y fue incorporando muchos personajes a una trama que empezó a extrañar cada vez más esa dosis de imprevisibilidad que fuera una carta fuerte en Correr o morir. Los conflictos planteados en Prueba de fuego son retomados y ampliados en La Cura Mortal con una ampulosidad dramática digna de una telenovela -y no de las buenas-. Hay un problema con la carga emocional que le han adosado a los personajes principales por el simple, y lógico, hecho de que llegamos al desenlace de la historia y hay que terminarla bien arriba. El tema es que esto debería darse de modo natural y no forzando los vínculos como se hace aquí. El verosímil, si es que alguna vez se tuvo, se pierde sin remedio entre decisiones caprichosas y cuestiones pasionales que hacen bastante ruido en este contexto post apocalíptico. La subtrama de Thomas y Newt nos retrotrae a la de Frodo/Sam en El Señor de los Anillos con un dejo gay-friendly tan marcado como inconducente. Un villano de opereta como el Janson de Aidan Gillen no ayuda en nada, y no puede disimularse la pobreza con que fueron trazados los roles femeninos (sin hacer foco en el desempeño de las actrices Rosa Salazar, Kaya Scodelario y Patricia Clarkson que hacen lo que pueden con sus esquemáticos papeles).
La Cura Mortal no desentona con Correr o morir y Prueba de fuego a la hora de servir escenas de acción con todo el oficio que ya había demostrado en esas obras el realizador Wes Ball. Sin ir más lejos la secuencia de presentación parece escapada de Rápidos y furiosos 5 con Thomas (Dylan O'Brien), Newt (Thomas Brodie-Sangster), Jorge (Giancarlo Esposito) y Brenda (Rosa Salazar) montando un asalto espectacular al tren donde llevan prisionero a Minho (Ki Hong Lee). El despliegue técnico y la parafernalia de producción que denota dicho segmento es tan impactante que la película luego no logra emular ni mucho menos superar semejante proeza. Una contra recurrente en Hollywood por estos días (le sucedió algo parecido a la última Piratas del Caribe). Ni bien se termina el primer acto lo que sigue genera algún déjà vu con Fuga de Nueva York. Si en Correr o morir el objetivo era salir del laberinto y en el principio de Prueba de fuego ocurría otro tanto con el escape del grupo de las instalaciones de CRUEL, en La Cura Mortal deben ingresar a una ciudadela ferozmente vigilada que es el último bastión de quienes aseguran estar luchando para encontrar la cura del virus que convierte a la gente en virtuales zombis. Y por supuesto que después hay que salir de ese infierno en medio de una guerra entre facciones, analogía eternamente burda de las diferencias de clase que seguirán existiendo mientras el mundo continúe siendo un lugar habitable.
No es casual la referencia a Fuga de Nueva York. La Cura Mortal le debe tanto al filme de John Carpenter como a muchos otros (hay un gran guiño a Aliens en el clímax en la azotea), síntoma revelador de una falta de personalidad llamativa. En el rubro originalidad es poco lo que aporta esta trilogía cumplidora como pasatiempo pero cuya resolución decepciona al confirmarse la precariedad psicológica de los personajes así como una línea argumental tan simplona que ni siquiera intenta disimular su falta de ambiciones. De esa chatura, no hay retorno…