Con este estreno se terminan, al menos por el momento, las películas situadas en un futuro distópico y protagonizadas por adolescentes.
Hemos tenidos buenos ejemplos de este subgénero tales como la saga Los Juegos del Hambre (sobre todo la primera película), y muy malos como la saga Divergente (sobre todo la última película).
El caso de Maze Runner se acerca más al segundo ejemplo citado. Es una franquicia ya agotada. Empezó bien, pero la segunda entrega no gustó y ahora la conclusión falla en varios sentidos.
Obvio que hay muchos fans que no van a coincidir con esto, pero ellos buscan otras cosas y ven una película que el resto no.
Pero como experiencia cinematográfica, como simple espectador (que vi o las dos anteriores) tengo que decir que este estreno me aburrió mucho, se me hizo extremadamente largo y que no importó el destino de ninguno de los personajes.
El despliegue del director Wes Ball no es malo, pero es cero innovador. Es un copy-paste de muchos de sus colegas, un empleado de Estudio Fox que pudo terminar su trilogía de forma digna pero sin ápice artístico alguno.
Y como consecuencia de la historia, ninguno de los actores se luce. Están todos sobreexpuestos a situaciones límite que carecen de total verosimilitud.
Y no estoy hablando de la verosimilitud del mundo planteado, porque eso está claro y es una película y estamos entregados como espectadores, más bien me refiero a que no les creo a ninguno de sus personajes aunque Dylan O’Brien trabaje por sobre la media.
Hay un cierre y eso está bien, pero tarda mucho en llegar y te mareas.
E n conclusión, Maze Runner: La cura mortal es solo apta para los fans lectores de la saga. Cualquier otro espectador la padecerá.