Más siniestra pero menos coherente
En el año 2014 se estrenó Maze Runner: Correr o morir, un film que, siguiendo la línea de Los juegos del hambre (tanto el libro como las películas) toma elementos de la ciencia ficción clásica para convertirse en un producto de las nuevas generaciones. El film estaba basado en la novela The Maze Runner (2009) escrita por James Dashner, parte de una serie de best sellers. Un año más tarde se estrena la secuela de aquel film, llamada en Argentina Maze Runner: Prueba de fuego. Y es asombroso y triste observar como todo el encanto de aquella primera parte ha desaparecido por completa en la segunda. Sí, esta secuela es más oscura, siniestra, incluso en algunos aspectos más adulta. Pero a la vez es menos coherente, menos divertida, menos interesante. Los protagonistas ya han salido del laberinto y ahora se enfrentan contra un enemigo que conocen, pero cuyas ramificaciones aun los superan. Saber la verdad o parte de ella no los ha vuelto más fuertes, pero sí les proporciona un objetivo más claro. Los que han perdido claridad son los que han hecho la película. Inconexa, larga, estirando un conflicto que desde el comienzo sabemos que desembocará en una tercera parte. Si bien todos ponen lo mejor de sí, y hay algunas escenas que todavía tienen valor, la diferencia entre ambas películas es casi asombrosa. La tensión de aquel encierro no está y el conflicto de remplazo, es decir la búsqueda de una manera para vencer al enemigo, no tiene interés suficiente. Si Maze Runner: Correr o morir tenía una cierta dignidad y era genuina heredera del género, acá todo parece adocenado, demasiado visto, sin un ápice de originalidad. Incluso estéticamente la película no es sólida. Ya no tiene aquella unidad del primer film, los personajes se vuelven menos interesantes y por supuesto el final va a dejar con gusto a poco o nada a gran parte de los espectadores. Si no son seguidores de la saga, esta película no tiene absolutamente nada que ofrecer para ustedes.