Volver desde su esencia
De manera atípica por la calidad y cantidad de las películas que llegan a los cines nacionales, la proyección de Mazinger Z: Infinity (2018) en los cines comerciales es un punto a favor para todos los amantes del animé ya que son escasas las posibilidades de poder apreciar al género en pantalla grande. Saliendo de la nostalgia y la excusa de producir un film por los 45 años del personaje desde su primera aparición, Infinity no busca trascender desde la innovación y se apega a lo que tanto rédito cosechó en toda su trayectoria: espectaculares escenas de acción, combate y una gran animación acorde a estos tiempos. Sin embargo, no hay un abuso en las nuevas tecnologías por la cual se produce un híbrido entre lo clásico y lo moderno creando en producto poco convincente y sin una raíz clara a la cual seguir. Infinity es un homenaje a sus diseños, estilos, personajes y virtudes con guiños para los más atentos y fanáticos.
La primera escena de la película propone el objetivo y lo que el espectador fue a buscar: Mazinger en acción combatiendo y utilizando todo su arsenal sin desperdicio, a medida que enuncia cada uno de sus ataques. Utilizando la emoción, la adrenalina y la nostalgia, Infinity busca acercar al espectador a los recuerdos más lejanos donde el personaje recorría su camino de gloria. Sin embargo, no todo es positivo en la película sobre el personaje creado por Go Nagai. Al igual que mantuvo su esencia gráfica como estética, la narrativa corre por los tiempos de los dibujos japoneses que lejos están de la impresión occidental cinematográfica. Por este motivo, la narrativa de Infinity cae en su atención y comienza a aburrir con largos debates en los personajes, sus historias y reflexiones que no ayudan demasiado al desarrollo de la película.
Siguiendo esta línea de producción oriental, varias escenas misóginas y violentas no dejan bien parada a la película en tiempos donde se visibiliza la problemática que las mujeres padecen desde hace siglos. Fiel a su estilo clásico -lamentablemente- en Infinity también hay escenas de ese tipo que se podría haber adaptado o directamente eliminado. Resulta tal el desinfle que padece la película que sus 95 minutos de duración pesan en sostener al film por este segundo acto difícil de procesar y de generar interés. Aún así, Infinity logra salir de ese lugar aburrido e incómodo para demostrar porque el personaje logró marcar tendencia en su tiempo y diferenciarse de todo lo que había aparecido hasta ese momento.
Con la idea de mantener su esencia en pantalla -con sus aspectos positivos y negativos- Mazinger Z: Infinity llega a los cines para que todos los amantes del animé no se pierdan de ver al primer mecha, el que dio comienzo a todo; y así cumplir con las expectativas para deleitar a los fanáticos más acérrimos.
Por Alan Schenone