La serie animada japonesa -una de las que abrió el mercado para que el animé llegase a todo el mundo- cumplió 45 años (ya…) y por eso se creó este largometraje con técnicas de última generación, todos los personajes clásicos, muchísima violencia apocalíptica -un rasgo del género fantástico nipón por varias razones-, y una trama más o menos complicada que, como siempre, se termina a los bifes entre robots gigantes y monstruos sin cuento. Este sí es el verdadero “animé popular” (Miyazaki es otra cosa, por cierto) y no está nada mal, salvo porque en algunos momentos esta historia que en gran medida captura el ojo termina aturdiendo. Ahora bien, la virtud es que se entiende lo que pasa, de qué lado están los buenos y de cuál, los malos. Y el personaje sigue siendo imponente. Nostálgicos, adelante. Nuevas generaciones con ganas de gran espectáculo, también. Un buen homenaje realizado con amor por la técnica, por ese universo y por el “rompan todo” típico del asunto. Quizás sea catártica, también.