Coach White
Kevin Costner y los films deportivos son como el fresco y el dulce de batata, como Guillermo y Palermo, como la pizza y la cerveza. Juntos se complementan, se fusionan y crean una especie de amalgama del celuloide inclasificablemente hermosa que camina hacia la gloria con el éxito asegurado. Es que Costner puede ser, con una presencia única, desde un amateur golfista que llega a las finales del US Open (Tin Cup, de Ron Shelton), pasando por un manager de NFL que busca por todos los medios posibles no perder su puesto (Draft Day, de Ivan Reitman), para terminar en su última película (McFarland, de Niki Caro), donde interpreta a un inexperto entrenador de Cross-Country que intenta cambiar la vida de unos chicos con un futuro nublado.
McFarland es un pueblo de California habitado en su mayoría por latinos. Allí no hay menúes con grasosas hamburguesas o costillas de cerdo a la barbacoa, no suena Bruce Springsteen en las calles, no existen grandes cadenas de supermercados, pero sí encontraremos tacos o enchiladas a raudal, Luis Miguel para presentar un curioso desfile y una despensa que no cierra hace bocha de años. A fines de los 80’s llega Jim White (Costner) a McFarland, un entrenador universitario de fútbol americano que llega allí para encausar su tumultuosa carrera. ¿Y con qué se encuentra? Con que su temperamento le vuelve a jugar una mala pasada y es expulsado del equipo de fútbol americano. Pero no todo está perdido: analizando las aptitudes de un grupo de jóvenes, se le ocurre la idea de ingresarlos en la competencia estatal de Cross-Country (una modalidad del atletismo), a pesar de la inexperiencia de todos los participantes. Después de varios traspiés, decepciones y discriminación por doquier, ahí van el bueno de White y sus muchachos haciéndose camino al andar, intentando que las diferentes culturales convivan y se complementen para conseguir el deseado premio y un futuro más promisorio.
McFarland tiene todos los lugares comunes de las películas deportivas pero hay en ella una solidez narrativa y un cúmulo de buenas intenciones que la hace digna de valorar. Hay dos films con los cuales McFarland tiene fuertes puntos de contacto y casualmente ambos están basados en historias reales y tienen al básquet como piedra basal deportiva. El primero es Juego de Honor (Coach Carter, de Thomas Carter). Allí un encendido Samuel L. Jackson luchaba contra el sistema educacional para entregarle a sus jugadores un futuro universitario que al comienzo del año lectivo era inimaginable. El segundo es Ganadores (Hoosiers, de David Anspaugh), donde un descomunal Gene Hackman (te extraño todos los días, Gene, dejá la poesía y volvé a actuar, por Dalma y Giannina te lo pido) llegaba a un hostil pueblucho de Indiana luego de algunos problemas de conducta. El deporte como instrumento principal para conseguir un futuro universitario y la conflictiva construcción de la figura del entrenador son los puntos donde McFarland se toca con los mencionados films deportivos.
Kevin Costner a sus 60 años sigue teniendo ese fuego sagrado propio de las grandes estrellas.
La película que ahora nos convoca posee en la inoxidable figura de Kevin Costner su jugador franquicia para destacarse. Costner sigue teniendo, con sus 60 primaveras recién cumplidas, ese fuego sagrado propio de las grandes estrellas. María Bello, consistente y bella como siempre, encabeza el elenco secundario que acompaña muy bien al medular director de Pacto de Justicia (western fundamental y obligatorio).
Bien por McFarland que consigue transmitir a nuestros corazones deportivamente frustrados esa mística que por dos horas nos hará correr y correr para ser los campeones estatales de Cross-Country. Gracias, Kevin Costner por otra buena película deportiva en tu inestimable carrera.