Una comedia romántica sobre el matrimonio a la argentina
Con algo más de 1.400.000 espectadores, Un novio para mi mujer fue la película más vista de 2008. Ocho años después, el mismo equipo (el director Juan Taratuto, el guionista Pablo Solarz y la pareja protagónica de Adrián Suar y Valeria Bertuccelli) regresa con una propuesta algo más despareja y menos eficaz, pero que tiene los atributos, la solvencia y el ingenio suficientes como para repetir aquel éxito.
Combinación entre varios esquemas de comedia (cine dentro del cine, el mentiroso que hace todo por amor, cazador-cazado, rematrimonio), Me casé con un boludo apela a cada una de las fórmulas y luego se va corriendo de ellas. El resultado es desparejo, no siempre convincente, pero con un profesionalismo técnico, narrativo y actoral, y ciertos momentos de humor absurdo y hasta de lograda sensibilidad y emoción que finalmente terminan rescatándola de sus sucesivas recaídas.
Suar -en plan Daniel Auteuil- interpreta a Fabián Brando, una estrella egocéntrica y demagógica que acepta hacer una película con Florencia Córmik (Bertuccelli), una actriz poco conocida y sin demasiado talento a la que empieza despreciando, pero de la que se terminará enamorando en pleno set. De allí a la boda, a la luna de miel y al súbito descubrimiento por parte de ella de aquello que sostiene el poco sutil título del film.
Pero, justo cuando ella le confiesa a sus amigos el error cometido, él está del otro lado de la pared escuchando y, claro, como buen actor "del método", nuestro divo superficial y machista se dedicará día y noche -¡con la ayuda de un guionista!- a interpretar lo que no es: un tipo sensible, atento, humilde, abierto y servicial. No vale la pena adelantar nada más allá de este arranque, pero la película habla de la fabulación, aunque también de los sentimientos sinceros y genuinos que afloran dentro de esa puesta en escena y esa falsedad.
Me casé con un boludo es bastante desconcertante y pendular. Va de la comedia leve y pura al melodrama, del subrayado torpe a varios buenos personajes secundarios, de la fluidez a la superpoblación de cameos (ahí aparecen desde Griselda Siciliani y Vicentico, parejas de los protagonistas en la vida real, hasta decenas de figuras como Lali Espósito, Mariana Fabbiani, Gonzalo Heredia, Luciano Castro, Julieta Díaz o la Bruja Verón, pasando por varios noteros de programas de chismes haciendo de sí mismos).
Si este juego de zapping cómico, de sumas y restas, termina luego de las casi dos horas dando positivo es algo que cada espectador podrá dilucidar a la hora de su balance personal cuando se enciendan las luces de la sala. Lo concreto es que, sin llegar a la altura de su predecesora y quedando incluso un poco por debajo de las expectativas, se trata de un digno regreso de este dream team de la comedia vernácula.