Menudo desafío tenían por delante el director Juan Taratuto, el guionista Pablo Solarz y los actores Adrián Suar y Valeria Bertuccelli (vale agregar, por caso, al productor Alejandro Cacetta, actual presidente del INCAA y ex gerente de Patagonik). Ellos habían sido el equipo base de la exitosísima Un novio para mi mujer (2008), por lo que el siguiente paso cinematográfico del reencontrado grupo imponía dar vuelta la página y dejar atrás las desventuras del Tenso y la Tana Ferro. Claro que estas nuevas búsquedas no están exentas de poner los ojos en la taquilla, como lo refleja el marketinero título del film.
Previo a convocar nuevamente a la popular dupla protagónica, Taratuto había dejado descansar los conflictos de pareja con La reconstrucción (2013), acaso su mejor película, y Papeles en el viento (2014), adaptación de la novela de Eduardo Sacheri. En Me casé con un boludo, el director retoma las ideas de sus primeros films, pero las sitúa en un inédito escenario de ficción dentro de la ficción.
Fabián Brando (Suar) es un egocéntrico y caprichoso actor con un currículum difícil de comprobar (alardea con haber sido dirigido por Roman Polanski y compartido elenco con Brad Pitt, entre otras celebridades) al que acompaña cual perro fiel su representante (Norman Briski). En tanto, Florencia Córmik (Bertuccelli) es una actriz mediocre cuyo único mérito parece ser convivir con un prestigioso director (Gerardo Romano). Ambos se cruzarán en un set de filmación y terminarán casándose. Él, por amor genuino; ella, sorprendida por ver en su flamante esposo cualidades que no imaginaba: Fabián es atento, buen compañero, sensible. Pero así es también el personaje que interpreta, entonces, ¿cuál es el verdadero Fabián? ¿El hombre ideal que muestra en su papel o el "boludo" del título? El velo no tardará en correrse.
Los cameos de famosos y de periodistas del espectáculo buscan darle una cuota irónica a la idea de la doble faz de la farándula y las tilinguerías de su mundillo, juego al que Fabián (y acaso el propio Suar) conoce y sabe jugar y al que Florencia (y acaso la propia Bertuccelli) prefiere mirar de lejos. El problema es que, en su intento por tomar con sorna ese universo y sus respectivas miserias, Me casé con un boludo queda peligrosamente cerca de convertirse en el objeto parodiado.
La faceta actoral de Suar suele estar opacada por su rol al frente de Pol Ka, pero las veces que le toca salir a escena responde como pocos comediantes locales lo hacen. Con tics devotos de la mejor neurosis woodyallenesca, el ex Golden Rocket se mueve como pez en el agua dentro de un personaje que parece diseñado a su medida. Es Bertuccelli, sin embargo, la que aparece en principio más desdibujada que otras veces, performance que acompaña el progresivo ritmo la película: cuando su Florencia gana intensidad, idéntica fuerza logra la trama. Pero las buenas interpretaciones (ni los rubros técnicos, otro mérito y una constante en el cine de Taratuto) no logran salvar una película que cae víctima de sus propios clichés